Evangelio del día según San Lucas 16,19-31

miércoles, 7 de marzo de
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En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas.

Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia ustedes, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."

 

Palabra de Dios

 

 


 

 

P. Fernando Goicochea Sacerdote Salesiano de Don Bosco

 

En este evangelio Jesús nos está colocando en una situación del final de la vida a través de la experiencia de una persona que estaba llena de todos los dones de Dios, de todo aquello que una persona podía aspirar a tener en ésta vida, y de otra persona que se encuentra absolutamente desprovista de todo.

Primero llama la atención de que el rico no tiene nombre, en cambio el pobre es Lázaro, porque San Lucas quiere transmitirnos siempre el gran aprecio que Dios por los pobres.

Realmente Jesús llegó a identificarse con los pobres: “tuve hambre y me diste de comer”. Miremos como éste hombre rico, vive con púrpura, con lino finísimo y hace espléndidos banquetes, no simplemente una comida…un banquete! Y no solo uno sino muchos, una persona que rebosaba, tenía grandes cantidades de bienes y con ellos, diríamos que despilfarraba, es decir, hacía mucho más que aquello que estamos llamados a vivir, ya que hacía ostentación de la riqueza que tenía.

Me viene a la mente aquel hombre que tuve una cosecha muy buena, dice el evangelista, y quería tumbar sus graneros para hacer otros más grandes para guardar la cosecha y después darse buena vida. Ésta exorbitancia de bienes contrasta con éste pobre hombre, Lázaro, que se encuentra sin la posibilidad de saciarse ni con lo que cae de la mesa del rico, no es que él quería lo que estaba en la mesa sino lo que cae, las sobras, quería pero no podía, los perros estaban alrededor de él, eran su compañía, una imagen que se repite en nuestros tiempos, y hasta éstos perros tienen, de alguna manera, más compasión que éste rico que van a lamer sus llagas.

Ésta situación tan contrastante en la vida, cuando mueren se da totalmente lo contrario, el rico es sepultado, el pobre es llevado al seno de Abraham, y el pobre está en la mejor de las situaciones y el rico en la peor de las situaciones y desea que por favor, pueda ir Lázaro para llevarle un poquitito de agua que refresque un poco su lengua que está totalmente atormentado por la sed.

Miremos nosotros cuando necesitamos en éstos tiempos darnos cuenta que no podemos seguir en ésta carrera consumista, un consumismo tan exagerado que no tiene nada que  ver con el saciar las necesidades básicas de la existencia, la Palabra de Dios habla del tener con que vestirnos y comer ya es suficiente, para que queremos más? Digamos, en términos actuales…tener un techo, casa, comida, lo básico para poder vivir…Hoy estamos entrando en una carrera cada vez mayor, no basta con tener ropa, queremos tener ropa de marca, queremos el lujo, perfumes caros, brillo, esplendor, si tenemos una casa, pretendemos una segunda y una tercera, es una carrera que no tiene fin porque el corazón de hombre no tiene fin.

Busquemos realmente a nuestros hermanos que están necesitados, démonos cuenta de cuanto podemos hacer por ellos y cuanto nuestro corazón comenzará a vivir al ver que hay otros hermanos nuestros que viven gracias a nuestra generosidad. Es la propuesta que nos hace la Iglesia en éste tiempo de Cuaresma, particularmente haciendo ejercicio de limosna con aquello que tenemos y poseemos.

 

Oleada Joven