En nuestras vidas cotidianos nos relaciones con gente diversa… la familia, compañeros de la facu y del trabajo, los amigos del club, del cole, incluso con muchos desconocidos. Todos tenemos pautas aprendidas para relacionarnos. Nos preguntamos por la bondad, el deseo de ser buenos y los límites saludables.
Conversamos con el P. Marco Bustos, formador en el seminario de la Arquidiócesis de Córdoba, y nos hicimos algunas preguntas: ¿qué es ser bueno? ¿Es entregarme completamente al otro? Y si es así, ¿qué significa eso? ¿Signfica siempre "poner la otra mejilla"? ¿Para ser bueno tengo que perderme? ¿Dónde está el límite cuando siento que ese "hacer las cosas bien" me "juega en contra"? En definitiva ¿dónde está el límite entre "ser bueno" y "ser buenudo"?
En la conversación para intentar buscar una respuesta, nos ayudó centrar la mirada en Jesús y preguntarnos por sus gestos, sus actos y el modo en que trataba a la gente. En Jesús se concentra las mayores posibilidades de la humanidad: Él es manso y humilde de corazón (Mt 11, 29) y a la vez tiene la capacidad de enfrentar a los fariseos y doctores de la ley enfrentándolos con firmeza "Ustedes son una raza de víboras" "ustedes son unos sepulcros blanqueados".
Podemos decir que en Jesús que es el amor mismo, existen límites sanos y no por eso es menos bueno, al contrario. Ser bueno no implica ser ingenuo, sino saber hacer las cosas bien y actuar con grandeza cuando las circunstancias así lo requieren. Ser bueno con el otro, implica hacer que el otro sea mejor, hacerlo crecer. Por ende, ser bueno, no tiene que ver con hacer todo lo que me demanden, siempre desde el discernimieto.
La propuesta de Jesús es desafiante, siempre nos invita a dar un pasito más de lo que podríamos desde nuestra humanidad. Le pedimos al Señor esta gracia.
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