Evangelio del día según San Juan 5,31-47.

miércoles, 21 de marzo de
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Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero. Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida. Mi gloria no viene de los hombres.
Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí.
Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?".

 

Palabra de Dios

 

 




P. Fernando Goicochea Sacerdote Salesiano de Don Bosco

 

En éste evangelio resplandece la verdad de Jesús y la acusación que Él hace de la miseria y la cerrazón de aquellos que le escuchan.

Vemos como Él con mucha claridad les dice: "Además yo los conozco". Es ésto que si hacemos un poquito de memoria hemos escuchado en evangelios pasados cuando también en el evangelio de Juan en el capítulo 2 se decía: "El los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran a cerca de nadie." Él sabía lo que hay en el interior del hombre. Dejémonos penetrar un poco por éste conocimiento, esta omniciencia, el hecho de que Dios nos conoce profundamente.

Para ésto podemos rezar y decirle al Señor con el Salmo 139:

 

Señor, tú me has examinado y me conoces,

 

tú conoces todas mis acciones;

 
aun de lejos, te das cuenta de lo que pienso.
 
Sabes todas mis andanzas,
 
¡sabes todo lo que hago!
 
Aún no tengo la palabra en la lengua,
 
y tú, Señor, ya la conoces.
 
Por todas partes me has rodeado;
 
tienes puesta tu mano sobre mí.
 
Sabiduría tan admirable está fuera de mi alcance;
 
¡es tan alta que no alcanzo a comprenderla!
 

Si pensara esconderme en la oscuridad,

 
o que se convirtiera en noche la luz que me rodea,
 
la oscuridad no me ocultaría de ti
 
y la noche sería tan clara como el día.
 
¡La oscuridad y la luz son lo mismo para ti!
 

En todo éste salmo se va expresando todo el conocimiento profundo que Dios tiene de nosotros. ¿Qué nos puede dejar la palabra de éste día para nosotros? Creo que procurar vivir bajo ésta mirada: El P. Rossi en éstos días, indicándonos como vivir los ejercicios, de entrada nomás nos invitaba a ponernos bajo esta mirada de Dios, una mirada que es paterna, amorosa, que nos quiere con todo el corazón y que a la vez nos quiere cada vez más de pie y maduros, más dignos, y por eso nos va llamando a una purificación mayor. Que podamos vivir éste día así "sin ponerle cortinas" a nuestro corazón, lo que sería solamente una ilusión a la mirada de Dios.

Al contrario, que podamos abrir de par en par nuestro corazón a la presencia de Cristo, como decía nuestro querido Juan Pablo II.

 

 

 

 

Oleada Joven