Evangelio del dia según San Juan 12,1-11.

sábado, 31 de marzo de
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Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.  María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
 

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Maximiliano Turri Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Chascomús

 

 En el evangelio de hoy, ya entrados en la Semana más importante que tenemos los cristianos, aparecen personajes que son dignos de que los identifiquemos y reflexionemos una palabrita sobre ellos.
En la casa de Lázaro, se sucede este relato que tiene mucho de parecido con aquél que conocemos en el evangelio de Lucas. Donde se da el reclamo de Marta porque María no ayudaba en los quehaceres de la casa (Lc 10, 38-42). Ahora estamos iguales, Marta sigue sirviendo y María está ungiendo los pies de Jesús. En ese contexto se manifiesta lo que se escondía en el corazón de Judas; para él, absorbido por la codicia, cualquier excusa le es válida para reclamar el gasto innecesario que se realiza en Jesús. Y por sobre todos, la persona de Jesucristo, que dejándose ungir pone de relieve lo que será su futura sepultura, su inminente entrega al Padre. Él se deja ungir porque va viviendo su proceso de preparación, su camino hacia Jerusalén que lo llevara al monte del Calvario como cierre de su peregrinar. La vuelta a su Padre, la entrega absoluta. Y sumado a ellos, están los judíos, que curiosos se acercan para ver con sus propios ojos si era cierto eso de la resurrección.
En lo cotidiano de otra cena -la que para Lázaro era anticipo del banquete que en el cielo iría a vivir- se da la despedida de Jesús. Nada hacía imaginar que Él iba camino a su muerte. Ninguno de los que lo rodeaba se imaginaría semejante desenlace. Su entrega, aunque anunciada por Él, se iba preparando en los entornos opuestos a Jesús. Pero los que lo seguían nunca se imaginaron eso.
Es Jesucristo el que les indica lo que sucederá. Palabras que van a tomar valor después de los hechos que sucederán en Jerusalén. Pero lo interesante es descubrir cómo se dan los eventos a veces tan importantes sin que nos demos cuenta. ¿Cuántas veces lo importante se nos pasa desapercibido? ¿Cuántas veces no nos damos cuenta del valor de los hechos que estamos viviendo sino después de que pasaron -y ya es demasiado tarde? ¿Cuántas veces menospreciamos los hechos y nos damos cuenta que eran importantísimos? Bueno, así los tenemos a todos los personajes. Jesús se va preparando interiormente para su ofrenda mientras algunos van a chusmear y otros se preocupan por el gasto producido. Así es la combinación que somos los hombres. Mientras miramos con devoción e interioridad los hechos que la liturgia nos va proponer, muchos mientras tanto vivirán un nuevo record de consumo y será noticia el movimiento turístico.
No nos tiene que sorprender que muchos no les importe. No tenemos que juzgar cómo lo vive cada uno. Si tuviste el regalo inmenso de poder vivir interiormente lo que se celebrará, sentite dichoso o dichosa y ofrecé tu oración por tantos que no saben de ese amor que se entregará en la próxima Pascua.
Muchas familias, muchas personas no tienen la posibilidad de ser noticia por el consumo o por el fin de semana largo. A ellos Cristo se une y se entrega por todos. Nosotros debemos acompañar a todos; a los que no los conocen, a los que sufren en soledad o a los que lo conocen mal y por eso no lo celebran.
Entramos con Jesús a vivir “la” Semana. Nos acompañe el silencio de María y con Ella nos dejemos conducir hacia el Domingo sin ocaso…
¡Que tengas un hermoso día y que Dios te bendiga!
 

 

Oleada Joven