El mal golpeaba mi puerta queriendo apagar los resplandores, yo le respondía a mi alma trémula se puede amar en todas las situaciones.
De los silos de mi vida hay semillas que no se van cuanto más quiero entregarlas más se llena mi morral.
La historia no se repite porque sabe adonde va todo el universo existe por amor y para amar.
Si la finalidad no llega a teñir la realidad es nuestra capacidad herida que no ve su libertad.
De los silos de mi vida saqué amores a montones los entregué con mis sonrisas y con mis manos cubiertas de flores.
Mientras más buscaba vaciarlos y cubrir a todos de dicha mil canciones surgían a mi paso y más encantos se esparcían.
Se tejían las manos solidarias como rayos surgidos del sol todo era paz y armonía en el reino del sembrador.
Que sutil la diferencia de entregarse a los demás y vivir la vida plena de servir con caridad.
Si el amor es lo único que existe y el mal es una incapacidad, ¿Por qué nos quedamos aturdidos en lugar de sembrar?
Hernán Pérez Etchepare Sacerdote de la Sociedad de San Pablo