Orar el Viernes Santo

viernes, 6 de abril de
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 Sus heridas nos han curado…



San Juan, en la historia de la Pasión, nos describe este mundo. Pero, al mismo tiempo nos describe su salvación. Nos quiere mostrar cómo Cristo pasó por todas estas ominosas situaciones y las redimió. Él tomó sobre la cruz nuestras heridas y las de este mundo, y allí las sacó de nuestro mundo. El camino de la Pasión es al mismo tiempo para San Juan el camino de la exaltación. La cruz no es simplemente un instrumento de martirio, sino también el trono desde el que Cristo gobierna el mundo entero. En la cruz es donde se acumulan nuestras heridas y necesidades, es donde reina Cristo como vencedor de todo sufrimiento.[ A. Grün – M. Reepen, Año litúrgico sanador, Guadalupe, Bs. As., 2005, pp. 72-78.]

Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos. Hasta esa inscripción de Pilato, Jesús había evitado el título de Mesías o de rey. Ahora este título aparece delante de todos, en las tres grandes lenguas de la época. Esta inscripción que equivale a una proclamación como rey, está ahora ante la historia del mundo. Jesús ha sido elevado. La cruz es su trono desde el que atrae el mundo hacia sí. Desde este lugar de la extrema entrega de sí, desde este lugar de un amor verdaderamente divino, Él domina como el verdadero rey, domina a su modo; de una manera que ni Pilato ni los miembros del Sanedrín habían podido entender.[ J. Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazareth. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, Planeta, Bs. As., 2011, p. 247.] Desde este trono de la cruz, Jesús lleva ante el corazón de Dios mismo el grito de angustia del mundo atormentado por la ausencia de Dios.

Todo está cumplido. Para Juan, éstas fueron las últimas palabras de Jesús, las mismas que al principio de la Pasión, a la hora del lavatorio de los pies cuyo relato introduce el evangelio subrayando que Jesús amó a los suyos hasta el extremo (13, 1). Este fin, este extremo cumplimiento del amor, se alcanza ahora, en el momento de la muerte. Él ha ido realmente hasta el final, hasta el límite y más allá del límite. Él ha realizado la totalidad del amor, se ha dado a sí mismo. Jesús ha cumplido hasta el final el acto de consagración, la entrega sacerdotal de sí mismo y del mundo a Dios (cf. Jn 17, 19). Así resplandece el gran misterio de la cruz. Se ha cumplido la nueva liturgia cósmica. En lugar de todos los otros actos cultuales se presenta ahora la cruz de Jesús como la única verdadera glorificación de Dios, en la que Dios se glorifica a sí mismo mediante Aquel en el que nos entrega su amor, y así nos eleva hacia Él.[ Ibíd. 260-261.]


Para que puedas ahondar…

En el tiempo de Pasión miramos al sufrimiento de Jesús a fin de reconciliarnos con el hecho de que somos débiles y limitados, acosados y amenazados por otros, de que nuestra vida se dirige hacia la muerte. Esto nos hace más humanos y nos libera del miedo que más profundamente anida en nosotros: que ciertamente no podemos ser como Dios. Y nos libera también de los sufrimientos sucedáneos que internamente tampoco nos ayudan a ir más lejos.
En el sufrimiento de Jesús se dignifica nuestro sufrimiento. Podemos reconocerlo. Podemos tener problemas y podemos enfermarnos. En Jesús vemos que nuestro sufrimiento tiene un sitio en el ámbito de Dios. En nuestro sufrimiento no estamos solos, sino en compañía de Cristo. El sufrimiento nos une con Él. El doliente se siente a menudo completamente solo, aislado. La celebración de la Pasión nos enseña que nuestro sufrimiento es un camino para encontrar a Cristo, para unirnos a Él. La unión con Cristo nos da fuerza para poder sobrellevar nuestra situación. No tenemos por qué sentirnos excluidos de la vida por nuestros sufrimientos, ni tampoco fracasados, sino más bien sentirnos como hombres que Dios ha escogido y a los que cree capaces de sufrir con Cristo para que también sean glorificados con Él. [ Ibid. 1.]



 

Los místicos nos enseñan…



La Cruz se levanta ante nosotros y mantiene cautiva nuestra mirada hasta que nuevamente el Aleluya pascual nos invita a olvidarnos durante un rato de lo terreno y a alegrarnos por las Bodas del Cordero.
Hoy más que nunca la Cruz se presenta como un signo de contradicción. Hoy el Salvador nos pregunta a cada uno de nosotros: ¿Quieres permanecer fiel al Crucificado? ¡Piénsalo bien! El mundo está en llamas. Es el corazón amante de tu Redentor que te invita al seguimiento. Los brazos del crucificado están extendidos para arrastrarte hasta su corazón. Él quiere tu vida para regalarte la suya.
El mundo está en llamas. Pero en lo alto, por encima de todas las llamas se eleva la Cruz. Ellas no pueden quemarla. Ella es el camino de la tierra al cielo. Quien la abraza con fe, con amor y esperanza es llevado hasta el seno de la Trinidad.


El mundo está en llamas. ¿Deseas apagarlas? Mira a la Cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Redentor. Ella apaga las llamas. Haz libre tu corazón con el fiel cumplimiento de tu profesión, entonces se derramará en tu corazón el caudal del Amor divino hasta inundar y hacer fecundos todos los confines de la tierra. En el poder de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos lo lugares de aflicción,; a todas partes te llevará tu amor misericordioso, el amor del corazón divino, que en todas partes derrama su preciosísima sangre, sangre que alivia, santifica y salva.


Los ojos del Crucificado están interrogándote ¿Quieres sellar con toda seriedad la alianza con el Crucificado? ¿Cuál será tu respuesta? “Señor, ¿adónde iremos? Tú sólo tienes palabras de vida eterna”.

(Exaltación de la Cruz, de Edith Stein[ Cfr. Edith Stein, Obras Selectas, Monte Carmelo, Burgos, 1998, pp. 221-224.])


La Cruz se eleva… Ella es signo de contradicción. El crucificado nos contempla desde allí: ¿También ustedes quieren abandonarme?
El manantial del Corazón del Cordero no se ha agotado. Todavía hoy podemos lavar allí nuestras vestiduras como lo hizo un día uno de los ladrones en el Gólgota. Confiados en la fuerza reparadora de este sagrado manantial nos postramos ante el Trono del Cordero y respondemos a su pregunta: Señor, ¿adónde iremos? Tú sólo tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 68). Déjanos achicar aguas de las fuentes de la salvación para nosotros y para todo este mundo sediento. Concédenos la gracia de poder pronunciar con un corazón puro las palabras de la esposa: ¡Ven! ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven pronto!

(Las Bodas del Cordero, de Edith Stein[ Cfr. Edith Stein, Obras Selectas, Monte Carmelo, Burgos, 1998, pp. 232-233.])



Pistas para tu meditación…

¿Qué sufrimientos y dolores morales, psicológicos, espirituales, vinculares no has vivido aún a la luz de la Pasión del Señor?

Edith dice que quien abraza la cruz con fe, con amor y esperanza es llevado hasta el seno de la Trinidad. Puede sucedernos que por la inminencia del dolor, con frecuencia no nos demos cuenta del gran bien que conlleva abrazar la cruz. Quizá en esta Pascua estés siendo invitado a este abrazo de la Pasión de Amor de Jesucristo con y por vos…

 

Un poema para orar…

Cruz, descanso sabroso…
(Santa Teresa de Jesús)

Cruz, descanso sabroso de mi vida
vos seáis la bienvenida.

Oh bandera, en cuyo amparo
el más flaco será fuerte,
oh vida de nuestra muerte,
qué bien la has resucitado;
al león has amansado,
pues por ti perdió la vida:
vos seáis la bienvenida.

Quien no os ama está cautivo
y ajeno de libertad;
quien a vos quiere allegar
no tendrá en nada desvío.
Oh dichoso poderío,
donde el mal no halla cabida,
vos seáis la bienvenida.

Vos fuisteis la libertad
de nuestro gran cautiverio;
por vos se reparó mi mal
con tan costoso remedio;
para con Dios fuiste medio
de alegría conseguida:
vos seáis la bienvenida.

 

Oleada Joven