Nos llamas, nos convocas, nos llamas en comunidad, en marcha.
A no quedarse esperando que pase el Señor por al lado, que el Señor ya pasó y camina delante. Hay que correr a su encuentro, hay que buscarlo aún donde no pensamos…
Galilea, la periferia de aquel tiempo. ¿Dónde será Galilea hoy día? ¿Dónde acudir para no errar el encuentro? ¿En qué lugar, junto a quiénes, vive el Resucitado? Haciendo presente la vida del Reino.
Junto a los pobres, los enfermos, los marginados de aquel y de nuestro tiempo. Mayorías empobrecidas sedientas de un justo anhelo.
Danos Señor el don del discernimiento, saber por dónde y con quiénes trabajar hoy por tu Reino.
Vamos Jesús, muéstranos, enséñanos tus senderos sacude nuestras perezas, haz que salgamos corriendo, no sea que perdamos la hora y sólo te veamos de lejos. Seguirte es estar a tu lado movilizarse a tu encuentro.
Vamos a Galilea para empezar de nuevo.
Desde allí, claro veremos tu presencia en todo tiempo. El Resucitado está vivo, pero no dentro del templo; hay que buscarlo allá afuera, al descampado, a cielo abierto. Escondido entre los pobres develando el gran Misterio de la presencia certera que nos señala Mateo, en un grito de esperanza: Felices ustedes porque me reconocieron en el desnudo, el enfermo, el que está solo, el hambriento, en la cárcel o sediento, porque en ese más pequeño me convierto en sacramento, signo visible de mi presencia en todo lugar y tiempo partiendo desde los pobres para convocar al Reino.
Danos, Señor, tu Espíritu para ver claro. Danos tu espíritu para vivir para los demás. Danos tu espíritu para no equivocarnos y creer encontrarte donde no te hallas. Danos fuerzas para buscarte en la Galilea de nuestros días. Ayúdanos a rehacer tu camino Queremos seguir tus pasos por el camino liberador que nos conduce hasta el Reino.
Marcelo Murúa