Evangelio del día según San Juan 10,22-30.

martes, 1 de mayo de
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Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente".
Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".

 

Palabra de Dios

 

 


 

Padre Javier Soteras

 

 

En el Evangelio la revelación de Jesús llega a su mayor profundidad en la fiesta de la Dedicación del Templo; no solo Jesús es la puerta y el pastor, no solo está mostrando ser el enviado de Dios por las obras que hace, su relación con el padre Dios es de una misteriosa identificación: “El Padre y Yo somos uno”.

 

Jesús va manifestando progresivamente el misterio de su propia identidad de su persona, ahora lo dice abiertamente, aunque ellos no lo puedan recibir tan abiertamente y siguen cerrados en su incredulidad. “El y Yo somos uno”.

 Alguno de sus oyentes no querían creer en esto que Él decía y justamente es la fe en Jesús lo que define si la persona tiene o no vida para siempre. El que no cree – claramente lo dice hoy la palabra – se pierde, se pierde la posibilidad de salir de las tinieblas a la luz, la fe es en la persona de Jesús, la fe es en la propuesta de amor que se expresa en los signos donde se ve la obra de Dios, el Padre, en la persona del Hijo.

 

¿En qué se muestra el amor de Dios, el de Jesús en la propia vida, cuáles son los signos que comunican ese amor y cómo aparece ese amor en lo concreto de mi vida? De eso se trata, de definir esa presencia y vincularnos con ella de manera creyente, es abrirnos a un misterio que nos trae luz, salir de la monotonía y apatía de vivir lo vincular y los signos que hablan de lo que nos trae vida para descubrir detrás de esos mismos signos la presencia escondida de Dios que se está comunicando y entonces desde allí abrirnos creyentemente a un Dios que nos resulta siempre sorprendente y animarnos a recorrer por esos mismos caminos donde su presencia se manifiesta en condición discipular, para aprender de ese amor, para crecer en ese amor, para ahondar en ese amor de Dios expresado en lo puntual y concreto – de una mañana, de una tarde, de una noche, de un encuentro, también de una ausencia – donde la marca del amor de Dios ha quedado presente.

 

Vuelvo sobre esta expresión: la unidad fruto del amor que se abre delante de nosotros en lo concreto de cada día y donde Dios participa y nos invita a caminar en Él complementa toda la diversidad y amplitud con que la vida aparece delante nuestro y es fruto de una corriente que nace del vínculo del Padre y el Hijo y que viene a nosotros a hermanarnos, sin diluir lo que nos distingue, es complementariedad, es misterio de alianza.

 

Los caminos de la unidad no son el resultado de una estrategia que lleva a limar las asperezas, a superar lo que nos diferencia ni a eliminar lo que nos hace distintos, eso se llama uniformidad. Cuando nosotros vamos a buscar la unidad intentando calmar los ánimos, limar las asperezas, superar lo que nos diferencia y eliminar lo que nos hace distintos, vamos por mal camino… porque la complementariedad es el camino de la unidad y la diversidad es la riqueza de lo uno. El Padre, el Hijo, el Espíritu son distintos y uno. La riqueza del misterio de Dios está en la diversidad de las personas, los caminos de la unidad nacen de la buena noticia de Jesús que anuncia el amor que complementa los opuestos.

 

Vos decís: ¿Qué diferente que somos, cómo podríamos estar en comunión? Ahí es donde Dios juega su historia, cuánta diversidad, cuánto mundo plural, cómo es posible convivir en él entendiéndolo – ahí es donde Dios hará la maravilla de una manifestación nueva en el corazón mismo de la humanidad para revelar la riqueza de la unidad que complementa y reconstruye en lo diverso.

 

No auto-engañarnos detrás de la búsqueda afectiva de compensación interior en nuestro camino de devoción, de oración, aún – la mas genuina de ellas y la mas hermosa – la adoración eucarística. Si la adoración eucarística no conduce a la caridad, a un mayor compromiso de vida, a un cambio en las relaciones con los demás, estamos evadiéndonos, estamos detrás de aquello que justamente sale al cruce del evangelio, de un espiritualismo, una evasiva manera de vincularnos con Dios.

 

La verdadera relación con Dios termina en una relación fraterna clara, en una relación fraterna comprometida, en un trato conciente de que en el hermano vive Dios, como vive en mí, por lo tanto debo acercarme a aquel lugar de relación como me acerco a la presencia de Jesús en el Santísimo. Es decir, descalzo, desprovisto de todo, en expectación a la revelación que Dios está dispuesto a hacerme, también en ese vínculo que viene desgastado, sufrido, deteriorado, golpeado, también ahí Dios puede sorprendernos porque vive en el hermano como vive en mí, y  cuando Dios está en el corazón del otro como está en el mío, es capaz de sorprendernos, de cambiarnos y de transformarnos, la relación fraterna cuando crece en nosotros la conciencia de la presencia de Dios en medio nuestro, cuando somos concientes que cuando dos o mas estamos en su nombre todo se transfigura.

 

Te invito a que te abras a la misericordia de Dios y al infinito amor con el que Él te visita cada día, y que desde ese lugar de presencia concreta de Dios te abras a lo que está detrás – es mucho más de lo podés traducir en palabras o recibir en ese mismo modo de comunicación con el que el Señor sencillamente dice: te amo, profundamente te amo. Que puedas encontrarte con ese amor de Dios, que seas discípulo / discípula de ese amor y que ese mismo amor te abra en la diversidad a descubrir con cuanta capacidad de creatividad Dios integra lo diverso en tu vida. Que sea así y que te encuentres y te renueves en el amor de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

Oleada Joven