Evangelio según San Lucas 1, 39-56

martes, 18 de mayo de

 "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?"

 
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá." María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
 

 
Reflexión: Monseñor Carlos Ñáñez | Arzobispo de la Arquidiócesis Córdoba 
 
El Evangelio de la misa de hoy, nos presenta el episodio de la visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel; porque precisamente hoy la Iglesia celebra la Fiesta de la Visitación. Es una escena simpática, rebozante de alegría, de hecho, es uno de los misterios gozosos, el segundo, “La visita de la Virgen a su prima”, y está llena de enseñanzas y sugerencias. 
De enseñanzas entre las cuales podemos destacar la humildad de Isabel, ella que es mayor y en una cultura que privilegia precisamente a los mayores, con sencillez concede la primacía a María, su prima, jovencita. Y desde su humildad, Isabel abre su corazón a la fe y al Espíritu Santo, queda llena del Espíritu Santo y la saluda a María como la Madre de su Señor y bendice el fruto de su vientre. La inspiración del Espíritu Santo y la fe le permite precisamente a Isabel reconocer el misterio y beneficiarse con su presencia salvadora.
La escena nos muestra también, la humildad de María Santísima, que abre su corazón a la obra de Dios, el cual hace de ella un instrumento importantísimo y único de su obra salvadora; y María Santísima abre su corazón que se despliega en gratitud, una gratitud que reconoce la obra de Dios, en ella, en su pueblo, y en quien le abre el corazón. 
La sugerencia de esta escena es una invitación para todos nosotros a vivir la humildad y a practicar la gratitud, para recibir bien los dones de Dios, desde nuestra humildad, y para compartir los regalos que el Señor nos hace, desde un corazón agradecido, llevar a los demás la alegría de este regalo que el Señor nos hace. 
Viene a la memoria aquello que decía la V Conferencia del Episcopado de Latinoamérica y del Caribe, cuando señalaba que conocer a Jesús es el mejor regalo que pueda recibir una persona, haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha pasado en la vida, darlo a conocer con nuestras palabras y nuestras obras es nuestro gozo. 
Esa es la escena de la Visitación, eso es lo que hace estallar en gozo a la Virgen Santísima y a Isabel. Que lindo que podamos vivir así nuestra vida cristiana, nuestra vida de jóvenes, llenos de gozo por haber encontrado a Jesús, por haberle hecho espacio en nuestro corazón y por llevarlo a nuestros hermanos con la alegría con que María lo llevó a la casa de Zacarías e Isabel.
Hasta pronto y mi recuerdo cariñoso.
 

 

Oleada Joven