Jesús se puso a hablarles en parábolas: “Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía.Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías.De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes.Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros.Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: ‘Respetarán a mi hijo’.Pero los viñadores se dijeron: ‘Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra’.Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?”.Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron.
Continuamos transitando esta segunda parte del tiempo ordinario, un tiempo durante el año en el cual vos y yo estamos llamados a vivir en esperanza, fe y caridad, donde se nos invita al servicio, pero fundamentalmente, se subraya aquella disposición del corazón que tanto necesitamos. ¿Cuál es esa disposición? Bueno, el seguimiento, seguir a Jesús. El Señor quiere que lo sigamos, que vayamos tras sus huellas, tras sus pasos. Por eso la Palabra nos brinda las herramientas para vivir en el día a día como verdaderos discípulos misioneros.
El Evangelio de hoy nos muestra la parábola de los viñadores homicidas y llama la atención que lo primero que dice el Evangelio es que un hombre plantó una viña. Este dueño plantó esta viña, la trabajó y en la época de Jesús, una viña era algo muy valioso, casi un tesoro, porque requería mucho esfuerzo, inversión y trabajo para hacerla crecer, cuidarla, cultivarla y, en definitiva, esperar que dé frutos. Por eso, la Palabra nos dice que había una torre de vigilancia para cuidarla, porque era valiosa. Me parece importante esto, ¿no? Descubrirlo y llevarlo a nuestra vida, reconocernos también como valiosos. Nosotros somos esa viña. Dios está invirtiendo, invirtió y tiene sueños para ti y para mí. Somos valiosos, tú eres valioso, tú eres valiosa a los ojos de Dios.
Es importante tener en cuenta que el Señor hace lo mismo que ese hombre: nos cuida, nos acompaña, nos prepara, está con nosotros y no sabe qué hacer para que podamos descubrirlo, aceptarlo, reconocer y valorar que somos valiosos, que Dios pelea por nosotros. ¿Cuántas veces vivimos con baja autoestima? ¿Andamos por la vida pensando que no somos importantes, que nadie se fija en nosotros, que a nadie le interesan las cosas que nos pasan, y cada vez nos vamos encerrando más? Bueno, eso es un grave error. Hoy el Señor quiere que te descubras amado, cuidado, amada, cuidada. Así que anímate a aceptar esa propuesta de amor que tiene el Señor para tu vida. Déjate sostener, porque Dios no te va a dejar de cuidar. El Señor seguirá invirtiendo en todos tus anhelos, en tus sueños, en todos tus proyectos, porque Él quiere que seas feliz, que encuentres el sentido de tu vida.
La parábola también habla de una torre de vigilancia, como dijimos. Bueno, ¿qué es esa torre de vigilancia? Yo creo que podemos llamarla momento. Algo que cada tanto volvemos a tocar, y es aprender a descubrir por dónde viene y cuál es la voluntad de Dios para tu vida. El discernimiento tiene que ver con esto, ¿eh? Aprender a distinguir lo que es de Dios y lo que no lo es, lo que viene de Dios y lo que no lo es. “Examínenlo todo y quédense con lo bueno”, dice San Pablo. Es darse cuenta de que el Señor nos dará miles de oportunidades para encontrarnos con Él. Observa que esos viñadores incluso se atreven a asesinar al heredero. Cuando no hay discernimiento en tu vida o en la mía, podemos caer en cualquier cosa, incluso en las más impensadas. Nos volvemos atolondrados, ¿no es así? Y vamos cayendo cada vez más y más. Por eso, el Señor hoy nos quiere levantar. Hermano, hermana, no te desesperes, busca siempre un buen discernimiento. Que el Espíritu Santo te ilumine, pide consejo, pide ayuda, aprende a hablar con personas que tengan más experiencia que tú. Busca las herramientas que el Señor te da para que puedas encontrarlo, porque, como siempre decimos, Dios no juega a las escondidas contigo. Hay herramientas concretas: la oración, el servicio, el apostolado, los Sacramentos, la vida comunitaria, el acompañamiento espiritual, tantas cosas que el Señor quiere darte. No vivas como si Dios no existiera. No te dejes estar, porque en la vida espiritual, el que no avanza, retrocede. Así que pídele al Señor que te ayude a crecer en el discernimiento y acepta que eres valioso, valiosa a Sus ojos.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.