Sucedió en Roma

lunes, 11 de junio de
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Hace muchos años un curita que se caracterizaba por su sonrisa, su humildad y su don de ayudar a la gente fue invitado a comer por un grupo de personalidades ricas y pudientes. Estas personas tenían mucha curiosidad por conocer al sacerdote pues este solía hablar muy bien y con gran convicción desde el púlpito de su iglesia. Además era conocido por ayudar a pobres, enfermos y desvalidos.

Todos querían conocerlo y ver como se comportaba delante de tanta gente notable de la ciudad. Al principio pensaban que no aceptaría ir. Pero el cura los dejó intrigados al aceptar el convite.

Llegado el día. El salón estaba repleto. Los comensales vestían sus mejores vestidos y la mesa estaba cargada de grandes manjares que se competían uno al otro en preparación y presentación.

En eso llega nuestro curita con su típico hábito de sacerdote paisano y pone a la mesa una gran olla.

Intrigados los participantes del banquete le consultan sobre la curiosa pieza de cocina, a lo que responde nuestro cura:

Es mi puchero diario. ¿Quieren un poco?.

El sacerdote no era otro que San Felipe Neri, un santo varón, alegre y humilde que aprovechaba toda ocasión posible para dejar una enseñanza a cualquier público que se le presentara.

 

 

 

 

Roberto Marcelo Alvarez