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Dios, un Padre vulnerable
miércoles, 13 de junio de
"No se es padre impunemente. Dios ama, y el amor ha hecho a Dios vulnerable". Quizá estas frases podrían ser el testamento de José María Cabodevilla, sacerdote y escritor español que voló el 17 de febrero de 2003 hacia el Dios que tanto amaba. Están tomadas de un libro que escribió en 1999, "El padre del hijo pródigo".
"No se es padre impunemente". ¿No podemos resumir así la historia de la relación entre Dios y el hombre?
Sí: Dios se arriesgó mucho cuando hizo a los hombres. Nos soñó, nos pensó, nos preparó una tierra llena de riquezas, un universo misterioso, fascinante. Nos dio la libertad, nos invitó al amor y… Lo dejamos abandonado, herimos su corazón de Padre, maltratamos al hermano, construimos armas y las usamos lejos, muy lejos de su amor.
Pero Dios Padre no puede dejar de amar. Nos quiere demasiado. Pensó en nuevos planes de salvación, envió a patriarcas, a profetas. Al final, mandó a su Hijo. La Cruz fue la cumbre de la maldad humana. Pero fue, mucho más, la señal más clara del Amor de Dios al hombre.
… podemos asomarnos al misterio de ese Amor. Todo un Dios que hace lo imposible por el hijo rebelde. Todo un Padre que espera, tarde tras tarde, el regreso de quien ni siquiera puede disfrutar de la comida de los cerdos…
Todavía hoy, muchos siguen por caminos lejos del Padre. Prisas, emociones, cansancios y esperanzas nos llenan la jornada. Nos resulta difícil encontrar un momento para la oración, para pensar en lo esencial. Dios espera, no puede dejar de amar. Su corazón nos ha querido demasiado. Ha asumido hasta el final la aventura de la libertad humana.
La única alegría que podemos darle es volver. No importa cómo, ni lo que hicimos, ni lo que dejamos de hacer. Su amor anhela escuchar nuestros pasos en el umbral de casa. No nos regañará, no nos acusará, no nos dirá nada. La emoción en su garganta será la emoción en la nuestra.
Estuvimos muertos, y hemos vuelto a la vida. Es posible. Un hombre que muere en una cruz, un Viernes Santo, abre de par el par el cielo. El Padre, vulnerable, herido de amor, acoge con la misericordia los corazones que quieren volver. Todo está listo. Todo… Hay una silla vacía en casa, en nuestra casa, donde el Padre espera. Me espera. Puedo hoy, sin miedo, volver, regresar a quien me ama con locura…
Fuente: catholic.net Autor: P. Fernando Pascual
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