Enseño a que se alejen de mí, ¿pero, quién puede alejarse de mí? Quienquiera que tú seas, empiezo desde ahora a seguirte, Mis palabras golpearán tus oídos hasta que las entiendas.
Si quieres entenderme llega a las cumbres o a la orilla del mar. Cualquier insecto es una explicación, y una gota de agua o la agitación del mar, una clave… Ningún cuarto cerrado, ninguna escuela pueden hablar conmigo, Pero sí la gente ignorante y los niños.
(…)
¿Por qué desearía yo ver a Dios mejor que en este día? Algo veo de Dios en cada hora de las veinticuatro y en cada uno de sus minutos, en el rostro de los hombres y de las mujeres veo a Dios, y en mi propio rostro en el espejo; Encuentro cartas de Dios tiradas por la calle y su firma en cada una, y las dejo donde están porque sé que dondequiera que vaya, otras llegarán puntualmente.
¿Me contradigo? Muy bien, me contradigo. (Soy amplio, contengo multitudes.)
Me dirijo a los que están cerca y espero en el umbral.
¿Quién ha concluido su tarea? ¿Quién concluirá más pronto la cena? ¿Quién quiere salir a pasear conmigo?
El manchado halcón pasa al vuelo, me reprocha mi charla y mi demora.
Yo tampoco he sido domado, yo también soy intraducible, hago oir mi grito salvaje sobre los tejados del mundo.
El último fulgor del día se detiene a esperarme, arroja mi sombra como las otras y no menos fiel que las otras sobre la opaca llanura, me atrae hacia la niebla y la penumbra.
Si no me encuentras al principio, no te desanimes, si no estoy en un lugar me hallarás en otro. En alguna parte te espero.
Walt Whitman