Eucaristía en la vida cotidiana

martes, 26 de junio de
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El eje de la experiencia Eucarística no pasa por colocar la celebración al nivel de las cosas comunes de nuestro día a día, sino más bien por una sintonía con el Señor en lo que llamamos su “estilo eucarístico”. Se trata de descubrir en la Eucaristía las bases para un proyecto de vida que podamos encarnar en nuestra vida y que sea el puente entre la vida diaria y la mesa de la fracción del pan con los hermanos. El estilo Eucarístico de Jesús es este puente. Lo encontramos tendido a lo largo de su vida cotidiana y expresado en la mesa de la última cena, en los dos gestos que tiene para con los miembros de su comunidad apostólica:  partir el pan y lavar los pies. Sus gestos y palabras expresan valores y actitudes que él mismo vivió en su práctica cotidiana y que nosotros somos invitados a encarnar en la nuestra. “Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22,19).

¿Puede haber algo más cotidiano que partir el pan con quienes se comparte la vida? No en vano los fariseos recriminan a Jesús por comer y beber con fariseos y publicanos (es decir, no se come con cualquier persona), o a los discípulos por arrancar espigas en sábado (no se come en cualquier momento, en cualquier lugar), o por comer sin lavarse las manos (o de cualquier manera). 

Jesús no se deja encasillar por los estrechos límites que le quiere imponer su cultura, y los rebasa. Centrando su atención en la persona y en el encuentro fraterno, comparte el pan como una de las expresiones privilegiadas a través de las cuales el amor y la reconciliación se hacen patentes.

Jesús sentado a la mesa de la Eucaristía con sus apóstoles pronuncia la acción de gracias a Dios y parte el pan para entregárselo a sus amigos.  Este gesto de Jesús se sitúa en el cierre de la trayectoria de su vida y expresa en gestos simbólicos el meollo de su misión y la síntesis de su estilo de vida.

La expresión de Jesús cuando dice “Esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes” (Lc 22,19), alude a la entrega de su vida en la cruz, de una vez para siempre.  La unidad de este gesto y de su entrega en la cruz alcanzan su plenitud por la coherencia con el conjunto de su vida en la que resuena en cada momento, ante cada persona, la expresión: “Tomen y coman” (Mt. 26,26).  Jesús se ofrece a sí mismo como “pan de vida” en sus gestos, en sus palabras, en su presencia, en todo lo que es y tiene.

 
 
Su cuerpo como una hostia continuamente entregada —desde las manos del Padre— para alimentar a sus hermanos, sea hablándoles, mirándoles o siendo mirado por ellos, tocándoles o siendo tocado, caminando a su lado, comiendo con ellos, escuchándoles, abrazándoles o dejándose acariciar…

Este estilo de Jesús, de repartirse a los demás, tiene un matiz importante en el romperse por los demás, entregarse más allá de los propios límites.  Lo vemos de manera nítida en un pasaje del evangelio de Marcos (6, 30 ss.) cuando “eran tantos los que iban y venían que no tenían tiempo ni para comer” y buscando un espacio y un tiempo de legítimo descanso para sus amigos, Jesús se aísla de la gente.  Pero es vencido cuando ve a la gran multitud y  siente compasión de ellos, “porque eran como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas”.



La disposición interior de entregarse y partirse cada día por los demás, dando todo lo que se es y se tiene, más allá del cálculo de cantidades y resultados, es lo que Jesús pide a quienes le siguen. Ante la multitud necesitada dice a sus cansados discípulos: “denles ustedes de comer”, es decir, denles lo que tengan, entréguense a compartir, hagan lo mismo que yo, pasen por encima de sus propios límites…

Estas actitudes de Jesús de partirse hasta romperse por los demás, su solidaridad universal activa con preferencia a los pobres, su compasión y misericordia para reunir a los dispersos son expresiones del “estilo Eucarístico de Jesús”.

La vinculación de la última cena con estas actitudes cotidianas de Jesús nos hacen notar que Él celebra lo que vive y realiza lo que celebra.  Es lo que somos invitados a hacer nosotros. Así nuestra vida cotidiana podrá encontrar sentido en la Eucaristía y alimentarse de ella…”
 
 
Fuente: quebuenoes.org.ar-  Autor: Alberto Luna sj
 

 

 

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