Ayúdame, Señor,
a saber esperar sin desmoralizarme,
a saber escuchar sin cansarme,
a acoger con bondad,
a dar con amor,
a estar siempre ahí
cuando alguien me necesite.
Ayúdame a ser esa presencia segura
a la que siempre se puede acudir,
a ofrecer esa amistad que pacifica,
que enriquece,
a través de Ti y en Ti,
a transmitir una paz gozosa,
tu paz en mi alma, Señor,
a estar totalmente centrado en Ti
y disponible y acogedor para los otros.
Que tu pensamiento no me abandone nunca,
para poder permanecer siempre en tu verdad
y no faltar a tu mandamiento.
Así, sin hacer nada extraordinario,
sin vanagloria, quizá pueda ayudar a otros
a sentir tu cercanía,
porque mi alma te abrirá sus puertas
a cada instante.
Andrés Devos