Evangelio según San Juan 20,24-29

lunes, 2 de julio de
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Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Pedro Lucchese

 

Haciendo la reflexión para este texto tan bueno y que nos toca muy cerca porque cada uno de nosotros somos pecadores e incrédulos. El evangelio por lo tanto se dirige una vez más a cada uno de nosotros que siempre tenemos un poco de las dos cosas. "Si no veo no creo"…es una frase que repetimos hasta el cansancio. No es fácil creer. En el encuentro con Tomás Jesús concluye con una catequesis, dice: "Felices los que creen sin haber visto". Esto es el reconocimiento al esfuerzo y la disposición que el hombre  tiene que tener para que crezca en él la semilla de la fe que Dios le ha puesto en el corazón. La fe no es pura matemática ni geometría cerebral, sino que es un acto libre que arranca de todo hombre. Para tocar y ver a Jesús, para experimentar a Dios, basta un corazón transparente, sin doblez, libre de prejuicios, solo allí crece la fe.

 

La fe es un bienaventuranza, es decir, cuando dejamos el encierro y nos abrimos al mensaje y al amor de Cristo, es que la fe nos hace testigos de la resurrección de Cristo, nos da poder para recucitar cada día a una vida nueva, iluminada por la fe, sostenida por la esperanza, animada por el amor. Cada día de nuestra vida, celebramos la pascua, la resurrección de Cristo, que es nuesra propia pascua. Ahora…¿qué es lo que significa resucitar? Significa pasar de un estilo de vida menos humano a una forma de vida más humana, más cristiana. Pero para poder llevar a cabo esto necesitamos del impulso de la fe.

 

La fe cristinana hace vencer el pesimismo, el desaliento, la indiferencia, el egoísmo, la maldad en todas sus formas y nos hace creer en Jesús que es vencedor del pecado y de la muerte. Resucitar es pasar de una fe tibia, a una fe vital, alegre, dinámica, capaz de hacernos decir no a las demandas insaciables del hombre viejo sediento siempre de satifacciones egoístas y hacernos decir sí a los impulsos sanos, nobles, bondadosos que también anidan en nuestro corazón. Ahora la pregunta es…¿Estamos dispuestos a hacerlo?

 

En el evangelio de hoy también hay un detalle…cuando Jesús se manifestó, Tomás no estaba con ellos, cuando apareció Jesús a los 8 días siguientes Tomás sí estaba con ellos. La fe es una experiencia íntima , personal, intranferible. Pero también es una experiencia comunitaria, compartida. La fe es una experiencia que se verifica no solo individualmente sino también con los demás, es decir, en el contacto con otros creyentes. Y esto también lleva a preguntarnos como vivimos nuestra fe…¿Somo individualistas, vivimos la fe a puerta cerrada? ¿Podemos asegurar que nuestras celebraciones estamos con los otros creyentes, con los cuales nos tenemos que sentir hermanos en la fe? ¿Damos una imagen de comunidad, de común unión o somo un rejuntado de individualidades.

 

Decidamos vivir nuestra fe comunitariamente, no va eso de "yo vivo la fe a mi manera", vivámosla comunitariamente sintiendo a los demás como hermanos, integrándonos, brindando lo que tenemos y lo que somos para que nadie pase necesidad. Así descubriremos a Jesús y nos llenaremos de alegría, juntos viviendo la fe, amén.

 

 

 

Oleada Joven