Lo que me tienta

viernes, 6 de julio de

Ayúdame a hacer silencio, Señor,

quiero escuchar tu voz.

Toma mi mano, guíame al desierto,

que nos encontremos a solas, vos y yo.

Necesito contemplar tu rostro,

me hace falta la calidez de tu voz,

caminar juntos…

callar para que hables vos.

 

Me pongo en tus manos,

quiero revisar mi vida,

descubrir en qué tengo que cambiar,

afianzar lo que anda bien,

sorprenderme con lo nuevo que me pedís.

Ayúdame a dejar a un lado las corridas,

las preocupaciones que llenan mi cabeza,

barre mis dudas e inseguridades,

ayúdame a archivar mis respuestas hechas,

quiero compartir mi vida

y revisarla a tu lado.

Ver donde “aprieta el zapato”

para apurar el cambio.

 

Me tienta la seguirdad

del “saberlas todas”,

tenerla “clara”, no necesitarte,

total tengo todas las respuestas.

 

Me tienta el activismo.

Hay que hacer, hacer y hacer.

Y me olvido del silencio,

aflojo en la oración,

¿leer la Biblia?,

para cuando haya tiempo…

 

Me tienta la incoherencia.

Hablar mucho y hacer poco.

Mostrar facha de buen cristiano,

pero adentro,

donde vos y yo conocemos,

tener mucho para cambiar. 

Me tienta el tener tiempo para todo

menos para lo importante.

Y lamentarlo pero no hacer nada para cambiarlo.

La familia, los hijos, la oración…

al cuadragésimo lugar.

Hay cosas más importantes.

¿Las hay?

 

Me tienta , Señor, el desaliento,

lo difícil que a veces se presentan las cosas.

Me tienta la desesperanza,

la falta de utopía.

Me tienta el dejarlo para mañana,

cuando hay que empezar a cambiar hoy.

 

Me tienta ser el centro del mundo.

Que los demás giren a mi alrededor.

Que me sirvan en lugar de servir.

 

Me tienta la idolatría.

Fabricarme un ídolo

con mis proyectos, mis convicciones,

mis certezas y conveniencias,

y ponerle tu nombre de Dios.

No será el becerro de oro,

pero se le parece.

 

Me tienta la falta de compromiso.

Es más fácil pasar de largo

que bajarse del caballo

y hacer la del samaritano.

 

Me tienta creer que te escucho

cuando escucho mi voz.

¡Enséñame a discernir!

Dame luz para distinguir tu rostro.

 

Llévame al desierto, Señor,

despójame de lo que me ata,

sacude mis certezas

y pon a prueba mi amor.

Para empezar de nuevo,

humilde, sencillo,

con fuerza y Espíritu

para vivir fiel a Vos.

 

 

Marcelo A. Murúa