Señor, Tú me conoces mejor de lo que yo me conozco a mí mismo. Tu Espíritu empapa todos los momentos de mi vida. Gracias por tu gracia y por tu amor que derramas sobre mí. Gracias por tu constante y suave invitación a que te deje entrar en mi vida. Perdoname por las veces que rechacé tu invitación, y me he encerrado lejos de tu amor. Ayudame a que en este día venidero
reconozca tu presencia en mi vida, para que me abra a Ti, para que Tú obres en mí, para tu mayor gloria.
Amén.
San Ignacio de Loyola.