Evangelio segun San Mateo 22, 1-14

miércoles, 22 de agosto de
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 En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: "El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda". Los convidados no hicieron caso, uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda". Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos"".



Palabra de Dios




P. Ariel Weimann

 

 Queridos jóvenes, el Señor nos invita a meditar su Palabra a través de otra parábola. Entonces lo primero que nos preguntamos es qué dice Jesús en el tiempo en que dijo la parábola; en el tiempo de Jesús cuál fue el mensaje.

Y el mensaje era que los que realmente estaban invitados desaprovecharon la invitación con excusas egoístas, no supieron darle importancia, darle el verdadero significado. Los invitados eran los que estaban más cercanos a la Iglesia, los fariseos, los ancianos, los escribas; y no se sentían invitados. Por eso Jesús hace la invitación a todos.

 

Jesús les habla a ellos, y también nos habla a nosotros, y nos invita. ¿Nosotros le damos importancia a la invitación que nos hace Jesús? Jesús también nos invita a nosotros a su banquete, al banquete de la Palabra y al banquete de la Eucaristía. Nosotros cómo respondemos a esa invitación, la aceptamos o también ponemos excusas egoístas para justificar la invitación al banquete; “no, el día domingo es para la familia”, “no, el domingo quiero aprovechar para hacer otras cosas”, “no, lo que pasa es que tengo muchísimo trabajo”. Muchas veces Jesús nos hace la invitación a nosotros y no le damos la importancia que realmente se merece.

¿Por qué será que si estamos invitados ponemos excusas? Porque la invitación que nos hace Jesús a su banquete es para saciar nuestra sed espiritual, no es para complacernos humanamente; porque si nos invitan a un casamiento común vamos a ir, porque vamos a beber y comer bien, vamos a bailar, a divertirnos. Pero Jesús nos invita a ir a su banquete no para deleitarnos, sino para saciarnos de nuestra sed espiritual.

 

Entonces, qué importante es darle la importancia a la invitación, porque Él viene a llenar nuestros vacíos, aquellos vacíos que nada acá en la tierra los puede llenar.

Nosotros ¿no seremos como esos brocales que están llenos de cosas, de sensaciones agradables, de cosas placenteras, y que no permiten llenar el vacío?

 

Debemos quitarnos todo lo mundano y llenarnos de Dios, a través de la Palabra y del alimento que es la Eucaristía.

Que sepamos aceptar estar invitados por Dios, que nos conoce mucho más que nosotros y sabe lo que necesitamos.

 

Que así sea, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oleada Joven