Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas". El les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios". El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar el tercer día".
Palabra de Dios
Reflexión: Monseñor Marcelino Palentini | Obispo de la Diócesis de Jujuy
Queridos amigos, hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señora de la Merced; una devoción antiquísima aquí en nuestra Argentina, una devoción traída por los mercedarios en los comienzos de la evangelización. Y el Evangelio de hoy nos presenta a María a los pies de la cruz junto con María Magdalena, esa Magdalena que escuchábamos la semana pasada que había sido curada, nada menos en su corazón de 7 demonios, está firme en la cruz.
Qué interesante, entre parántesis, pensar cómo cuando alguien recibe el perdón debido a la experiencia del perdón no pone límites en su seguimiento de Jesús no pone límites en el decirle al Señor: "Gracias y cueste lo que cueste estoy con vos"; la Magdalena está al pie de la cruz pero junto con María. María que recibe el último pedido de Jesús y el pedido es: "Recibilo a Juan, y en él recibí a todos los hombres como hijos", María que recibe un pedido para vivir una experiencia nueva de maternidad: ser madre de todos los hombres, y nosotros que recibimos al pie de la cruz el gran regalo de María, la madre de Jesús que es madre nuestra.
Cuando uno lee este párrafo del Evangelio generalmente se siente emocionado, cuánto amor el de Cristo; no mira lo que le cuesta, lo que le duele en ese último momento de su vida clavado en una cruz sino sigue dando, sigue dándose y sigue regalándonos lo que más tenía todavía de valioso para Él que era su madre. Jesús que sigue amando, dándose y dándonos amor y hasta a la madre. Esto nos ayuda a nosotros también a pensar, ¿Recibimos a María como madre? ¿La queremos como madre? ¿La veneramos como la madre de Jesús y madre nuestra? ¿La escuchamos a ella y escuchamos esa frase de Jesús: "Ésta es tu madre"?; por lo tanto, amala, escuchala, viví lo que ella te enseña para no errar el camino.
Qué importante para un joven pensar que la madre siempre tiene la palabra, que orienta, que sostiene, que fortalece; esa palabra que ayuda a no errar el camino, pero sobre todo la palabra de María, ella que nos dijo en las bodas de Canaá: "Hagan lo que les diga" y ella seguirá como madre diciéndonos: "Hagan lo que Jesús les diga, amen hasta el final, amen de todo corazón, amen sin mirar cuánto les cuesta sino sabiendo que en el amor está la felicidad".
Gracias Jesús por darnos a María, gracias María por acompañarnos en nuestra historia, en nuestra historia Argentina desde los comienzos de la evangelización, gracias María por estar tan cerca nuestro y ayúdanos para que nosotros estemos siempre cerca tuyo, y así, podamos tenerlo a Jesús como el gran tesoro de nuestra vida. ¡Será hasta la próxima si Dios quiere!