A veces decimos algo así como “las cosas son más simples de lo que parecen”, o aconsejamos a alguien “no te compliques de más…” ¿Es la realidad simple o es compleja? Hay muchos ámbitos donde nos liamos en disquisiciones, sutilezas y matices, cuando lo mejor sería ser sencillos. ¿O más bien es que no se puede simplificar lo que es sofisticado? Al menos en tres ámbitos se me plantean de vez en cuando esos dilemas: la fe, el amor y la comunicación entre las personas.