Evangelio según San Lucas 5,1-11

miércoles, 5 de septiembre de
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En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

 

Palabra de Dios

 

 


 

Reflexión: Monseñor Luis Alberto Fernandez | Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Buenos Aires

 

 

 

Queridos amigos la sabiduría de este mundo es locura a los ojos de Dios, y lo comprobamos en tantas razones y actitudes de los hombres que nos dejan perplejos; cuando se dictan leyes contra la propia naturaleza humana, cuando se dan razones para aniquilar vidas, o para poner a niños como soldados, cuando egoístamente se deja de lado el bien común. Sabiduría del mundo, que a veces, discrimina pensando que algunos no sirven para nada y que es mejor la eutanasia, a otros se los ignora como sobrantes, cuando no hay vivienda o trabajo para todos, o educación o salud. Sabiduría del mundo que a veces se desentiende de Dios, que se las puede arreglar sin Él, y sólo algunos lo reciben, cuando Dios no contradiga sus pensamientos. Sabiduría humana que quiere construir a Dios a su medida y necesidad, aún con buenas intenciones, la sabiduría humana no basta para comprender el sentido pleno de la existencia de la vida.

 

 

Por eso, el creyente cristiano no pone toda su confianza en las circunstancias, en los acontecimientos, en sus pensamientos y seguridades que le pueda brindar la vida, ya sea con estudio, familia, trabajo; sino que todo lo sabe mirar, y lo subordina y lo pone en la presencia del Dios de la vida. Porque comprende que lo puede tener todo, pero faltarle lo esencial, la fuente y el origen, el camino y orientación que lo conduzcan a esa vida plena y para siempre; que no se la da ni él mismo, ni ninguna otra realidad fuera de la presencia de Aquel que se manifestó venido del Padre, Dios y Señor de la historia, el primero y el último, alfa y omega, por quien y para quien fueron hechas todas las cosas, Cristo, nuestro Salvador.

 

 

Así lo comprendieron y lo enseñaron Pedro y los apóstoles en el Evangelio que acabamos de escuchar. Estaban pescando a la orilla del lago de Genesaret, hasta que escucharon a Jesús, y aunque seguían apoyados en sus seguridades del trabajo cotidiano del que vivían, la pesca; cuando lo vieron obrar milagros y sobre todo se sintieron llamados a participar a una tarea grandiosa de ser pescadores de hombres, luego de caer de rodillas y reconocer al único Señor de la vida y de la historia, abandonándolo todo, lo siguieron.

 

 

Como queremos hoy nosotros, cada día, ser fieles y seguir al Señor mar adentro, como nos pidió el recordado Papa Juan Pablo II al comienzo de este nuevo milenio, mar adentro, como les dijo Jesús a los apóstoles. Si nosotros en medio de este mar inmenso que son la realidades, desafíos y la historia de cada día, no tememos y nos vamos mar adentro, porque confiamos en la única seguridad que es este amigo Jesús, que conduce la barca y nos da confianza para seguirlo sin temor.

 


 

Oleada Joven