No tengo tiempo

martes, 11 de septiembre de
image_pdfimage_print

 

Señor, he salido a la puerta y afuera había hombres: iban… venían… marchaban… corrían. 

Los autos corrían… la calle corría… la ciudad corría. Corrían para no perder tiempo… corrían en persecución del tiempo… para atrapar el tiempo… para ganar tiempo. 
 
Hasta luego, excúsame, no tengo tiempo. Volveré a pasar, no puedo esperar, no tengo tiempo. 
Termino esta carta porque no tengo tiempo. Me hubiera gustado ayudarte pero no tenía tiempo. Imposible aceptar, me falta tiempo. No puedo reflexionar, no puedo leer, me veo desbordado, no tengo tiempo. 
 
Me gustaría rezar, pero no tengo tiempo. Tu comprendes, Señor, no tienen tiempo. De niños tienen que jugar y no les sobra el tiempo; luego… más tarde, de chiquillos, tienen que hacer sus tareas, no tienen tiempo; luego… en la educación superior tienen sus clases y tanto trabajo, no tienen tiempo… Más tarde de jóvenes hacen deporte, no tienen tiempo. Recién casados tiene su casa, tienen que arreglarla, no tienen tiempo. Ya padres de familia tienen sus hijos, no tienen tiempo.  De mayores enferman y tienen que cuidarse, no tienen tiempo… ¡más tarde! Ya están agonizando. No tienen… ¡Demasiado tarde!. ¡Ya nunca tendrán tiempo!
 
Así los hombres corren persiguiendo el tiempo, Señor. Pasan sobre la tierra corriendo apresurados, atropellados, sobrecargados, enloquecidos, desbordados, y no llegan a nada jamás: les falta tiempo. A pesar de todos sus esfuerzos, les falta tiempo. Señor tu has debido equivocarte en tus cálculos, las horas resultan demasiado cortas, los días se hacen demasiado cortos, las vidas son demasiado cortas. 
 
 
 
 
Y Tú, Señor, que estás fuera del tiempo, sonríes al vernos batallar con él. 
Tú sabes lo que haces, Tú no te equivocas cuando distribuyes el tiempo al hombre, Tú das a cada uno el tiempo justo para hacer lo que quieres que haga. Pero no conviene perder el tiempo, malgastar el tiempo, matar el tiempo, pues el tiempo es un regalo que Tú nos haces, pero un regalo fugitivo que no se puede meter en un tarro de conservas. 
 
Señor, sí, tengo tiempo. Tengo todo el tiempo mío, todo el que Tú me das, los años de mi vida, los días de mis años, las horas de mis días, todas enteras y mías. A mi me toca llenarlas, tranquilamente, con calma, pero llenarlas bien enteras, hasta los bordes, para luego ofrecértelas y que de su agua desabrida tú hagas un vino generoso como hiciste en Caná de Galilea. 
Por eso, Señor, no te pido el tiempo de hacer esto y aquello o lo de más allá. Te pido solamente la gracia de hacer bien a conciencia lo que Tú quieres que haga en el tiempo que Tú me das.


 
Michel Quoist 

 

 

Oleada Joven