Señor, Tú me conoces desde siempre;
conoces mi vida y mi corazón.
Todo lo bueno que he aprendido y comunicado
ha hundido su raíz en Ti.
Tú has sido, a pesar de mis pecados,
el Señor de mis alegrías y de mis penas.
Renueva en mí la capacidad de amar y de servir
con toda la fuerza del amor primero,
y sorpréndeme nuevamente recogido en tu presencia.
Haz posible lo imposible: compromete mi vida para siempre
con un amor fuerte y responsable,
fiel a los últimos, a los pobres, a los hermanos,
en los que Tú, Señor, estás presente.
Amén.
Beato John Henry Newman