Señor, hoy el dolor es real
en mi cuerpo y en mi espíritu.
Hoy mi herida quiere invadirme,
llenar mi corazón de cansada pesadumbre,
arrinconar todo mi cuerpo.
Este soy yo: un herido.
Acojo toda mi historia de lucha.
Amo a todas las personas que me hirieron
y me reposo con toda mi ambigüedad
que fue tejiendo sus trampas en mi profundo secreto.
Soy amado por Ti, Dios de la vida.
Y quieres que viva en mí
todo lo que Tú has sembrado.
Con este día que amanece
quiero girar mis ojos
hacia el sol que me levanta
despertando los colores
y rumor de pasos en todos los senderos.
Que la paz del alba
recorra como agua viva
los laberintos de mi secreto.
Ahora, no mañana, ahora te dejo amanecer y recrearme.
No importa el dolor que nos quede.
Quiero unirme a Ti en la búsqueda de la vida,
arriesgarme contigo en la apuesta del camino,
permanecer junto a Ti en la paciencia, sumergido.
Más allá de lo que logre descifrar mi secreto,
todo mi misterio está dentro del nido de tus manos,
como una paloma confiada y asustada al mismo tiempo,
a la hora precisa de ser lanzada al aire
para que cree el vuelo, juegue y viva.
Empieza a volar el día.
Aroma de café temprano,
llanto de niños,
saludos breves y estrenados.
Con toda la creación,
amanecen a mis primeros pasos.
Amén.
Benjamín González Buelta S.J.