¡Muchas gracias Señor!
Señor, he visto miles y miles de sonrisas
entre los rostros de tantos y tantos niños
que me hacen decirte, una vez más, ¡gracias!
He descubierto confianza,
serenidad y paz en las miradas
de tantos adolescentes
que me ayudan a decirte una vez más, gracias!
Soy consciente, Padre,
que pese a mis pobrezas
he sido y todavía lo puedo ser más,
instrumento útil de tu amor y
de tu presencia en medio del mundo.
Lejos de crecer y de sentir lo que no soy
quiero agradecerte, buen Dios,
que hayas sido compañero de camino
en la vida de tanta y tanta gente
gracias a pequeñas cosas cotidianas
que surgen de lo más íntimo y
auténtico de cada uno de nosotros.
Porque hemos sabido compartir desazones, miedos y lágrimas.
Porque hemos sido capaces de buscar el diálogo cuando todo era desierto.
Porque hemos respaldado a quien lo necesitaba.
Porque hemos renunciado a tantas cosas por los compañeros y el trabajo.
Porque hemos creído en un proyecto y nos hemos esforzado en hacerlo apasionante.
Por las sonrisas que hemos regalado.
Por los centímetros cuadrados de espalda que hemos prestado
a quien necesitaba un poco de humanidad para poder llorar.
Por las puertas abiertas.
Por saber tener ojos y darnos cuenta de quien lo pasa mal.
Por las palabras que en más de una ocasión han llegado a ser bálsamo.
Por el empuje y el coraje contagiados.
Por un millar de pequeños detalles de los cuales todas y todos
hemos sido capaces alguna vez…
Por todos ellos, por todo junto. ¡Muchas gracias Señor!!!
¡Amén!