¡Cuidado! Podría ser contagioso

domingo, 18 de noviembre de
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Recientemente estuve en Nueva York y tome un taxi con un amigo. Cuando salimos del coche, mi amigo le dijo al taxista:

– Gracias por el viaje. Ha conducido muy bien.

El taxista se quedó muy sorprendido durante unos segundos y después le respondió:

– Te crees muy listo, ¿no?

– No, tranquilo, no me estoy metiendo con usted. Admiro su forma de mantener la calma con un tráfico tan terrible.

– Bueno, si… – dijo el taxista antes de arrancar y marcharse.

– ¿A que venia eso? – le pregunte a mi amigo.

– "Estoy intentando hacer regresar el amor a Nueva York",  me contesto." Creo que es lo único que puede salvar la ciudad".

– ¿Como puede un hombre salvar una ciudad?

– No es solo un hombre. Creo que he conseguido alegrar el día al taxista.

 
Supongamos que tiene veinte pasajeros. Será amable con los veinte porque alguien ha sido amable con él. A su vez, estos pasajeros seran amables con sus empleados, dependientes, camareros e incluso sus propias familias que, a su vez, serán amables con otras personas. La amabilidad puede alcanzar al menos a mil personas. ¿No esta mal, verdad?

– Pero todo depende de que ese taxista transmita tu amabilidad a los demás.

– No dependo de él – respondió mi amigo -. Soy consciente de que el sistema no esta hecho a prueba de insensatos. Es posible que hoy hable con diez personas diferentes. Si puedo conseguir que tres de esas diez personas sean felices, es posible que indirectamente influya en la actitud de tres mil mas.

– La teoría suena muy bien admití -, pero no estoy seguro de que la práctica funcione.

– Por intentarlo no se pierde nada. No he necesitado malgastar mi tiempo para decirle al taxista que estaba haciendo un buen trabajo, y él no ha recibido una propina muy buena ni muy mala. Si mis palabras fueron a parar a oídos sordos, ¿qué he perdido con ello? Mañana puedo intentar hacer feliz a otro taxista.

– Me parece que estás un poco chiflado – le dije.

… He hecho un estudio: al parecer, lo que les falta a los empleados de correos, aparte de un aumento de sueldo, es que la gente les diga que hacen un buen trabajo.

– Pero es que no están haciendo un buen trabajo…

No lo hacen porque sienten que a nadie le importa si trabajan bien o no.

¿Por qué nadie les dirige una palabra amable?
 
 

Pasamos junto a un edificio en construcción. Había cinco obreros descansando y mi amigo se detuvo.

– Han hecho un fantástico trabajo. Debe de ser una profesión difícil y peligrosa.

Los cinco hombres le miraron con recelo.

– ¿Cuándo estará terminado?

– En octubre – gruñó uno de ellos.

– ¡Ah! Es realmente impresionante. Seguro que todos están muy orgullosos.

Cuando nos alejamos, le dije:

– No había visto a nadie como tú desde Don Quijote.

– Cuando esos hombres dijeran mis palabras, seguro que se sentirán mejor.

De un modo u otro, la ciudad se beneficiará de su felicidad.

– ¡Pero no puedes hacerlo todo tu solo!; proteste -. ¡Solo eres un hombre!

– Lo más importante es no desanimarse. Conseguir que los habitantes de la ciudad vuelvan a ser amables no es nada fácil, pero puedo animar a otras personas a luchar por mi causa…

– ¡Acabas de guinar el ojo a una mujer bastante fea! -Sí, ya lo sé; replicó -. Y si es maestra, sus alumnos tal vez asistiran a una de las mejores clases de su vida.
 
 
Autor: Art Buchwald
 

 

 

Oleada Joven