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Once arqueros
domingo, 18 de noviembre de
Mirando por televisión un partido de fútbol, se me ocurrió imaginar por unos instantes qué ocurriría si en ambos equipos los 22 jugadores fueran arqueros. El partido se hubiera desarrollado durante 90 minutos pateando tiros largos de un arco a otro. Aburridísimo.
Un equipo para un deporte es más que la suma de 11 sujetos, por más hábiles que sean. Ni 11 arqueros, o mediocampistas, o delanteros son un buen equipo. Aun cuando reunamos a los 11 Nº 10 de las mejores selecciones del mundo, no estaríamos ante un buen equipo. Para ello hace falta diversidad en los puestos de juego cubriendo toda la cancha.
Pero demos un paso más. No basta la diversidad y la capacidad o habilidad de los 11. Es necesaria la búsqueda de la coordinación en orden a un objetivo común. El arquero debe saber a quién pasarle la pelota, quien a su vez debe saber cómo se moverán sus compañeros en el campo de juego.
La diversidad coordinada y orientada hacia una misma finalidad.
¿Qué hace falta entonces? Habilidad personal, cooperación grupal y discernimiento de cuál es el mejor lugar de cada uno para el equipo, entrenamiento, amor a la camiseta.
Pongamos otros ejemplos. Qué sucedería si en una casa hubiera sólo cucharas, sólo lavatorios, sólo ventanas; o solo medias, o solo lechuga…
Te propongo imaginar estos ejemplos como una alegoría de la vida en sociedad. Todos somos necesarios. Y somos necesarios no en la uniformidad sino en la diversidad integrada en orden al bien común. Nadie sobra. Nadie debe ser excluido económica y socialmente, ni tampoco por su manera de pensar o de vivir su fe.
San Pablo utilizaba la alegoría del cuerpo para hacernos ver que en la Iglesia todos los miembros somos importantes, justamente porque cumplimos funciones diversas, todas ellas atinentes para el desarrollo y plenitud del conjunto. Somos iguales en dignidad por nuestro origen y vocación. Todos estamos llamados a vivir en plenitud como hijos de Dios, y de eso se trata la santidad…
Fuente y texto completo: diarioelargentino.com.ar Autor: Monseñor Jorge Eduardo Lozano
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