Tu camino no tiene plazo fijo para ser inaugurado, ni calendario de político. Pierdes horas derramadas en la frente de un asaltado al borde del camino, de un hombre cazado por el ron y la amargura, de un drogadicto adolescente escapado de la casa, que te obligan a cambiar tu itinerario.
Tu camino no es ancho como nuestras pistas de alta velocidad, florecidas de marcas comerciales como un nuevo paraíso orginal, multicolores serpientes publicitarias y frutos para sentirnos como dioses, y riesgos de exhibición que dan vueltas sobre sí misma sin llegar a ninguna parte.
Tu camino no siempre es un éxito. A veces naufraga en el mar en una yola de emigrantes clandestinos, o queda atropellado niño en la esquina del semáforo, con su espongja de limpiar cristales todavía húmeda en la mano.
Tu camino es lento. Avanzas con todo un pueblo, con su cabeza endurecida por esclavitudes programadas y sus miedos viejos a sueños, espíritus y amos, atados a los pies y la memoria. No te olvidas de ningún grupo perdido en los escondrijos de los archivos y los mapas.
Tu camino es desconcertante. Se pierde en cañadas oscuras donde apenas seo ye el ruido de tu cayado de pastor contra las piedras. Baja a las galerías del carbón en busca del minero silicoso. Se hunde en la noche de los contemplativos atrapados en su celda inmóvil.
Tu camino empieza de nuevo donde lo conocido acaba. No vuelve hacia el ayer marchitado de la belleza o del aplauso, de la lección sabida, del hogar infantil, de la placa de reconocimiento en el álbum de la crónica social.
Tu camino se hace tierno en oasis de hierba verde y de agua que corre gratuita, de canto libre en cuerpos doloridos, de alimento que pasa de mano en mano. Aquí se apagan las bocinas comerciales y no acuden con bandejas brillantes los sirvientes de lazo negro y de sonrisa de paga blanca.
Tu camino se gesta en lo escondido, en laboratorios que aceptan el desafío del futuro y de la muerte, en la soledad de las bibliotecas, en el silencio austero del místico, en las noches en vela de la madre joven que defiende su pequeña esperanza enferma, en la reunión clandestina de unos campesinos pobres que planifican sus protestas y sus siembras, en el discernimiento nocturno de la decisión justa y honesta que no tiene donde reclinar la cabeza.
Tú eres el camino, siempre delante, huellas recientes de pies descalzos de hombre pobre y mirada gratis, guía libre, sin equipaje de lujo ni marcas comerciales en la espalda. En la historia, sigues con nosotros. Resucitado, ya llegaste. Y como el centro de la rueda convocas todos los rayos a tu encuentro, caminos diferentes y dispersos, y al converger todos hacia Ti, unos a los otros nos acercas.
Benjamín González Buelta