El amor

martes, 27 de noviembre de
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Dijo Almitra: Háblanos del Amor.


Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:
Cuando el amor los llame, síganlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas los envuelvan, entréguense. Aunque la espada entre ellas escondida los hiriera. Y cuando los hable, crean en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte devasta los jardines. 


Porque, así como el amor los corona, así los crucifica.
Así como los acrece, así los poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia sus más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta sus raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra. 


Como trigo en gavillas él los une a ustedes mismos.
LOs desgarra para desnudarlos.
Los cierne, para librarlos de sus coberturas. 
Los pulveriza hasta volverlos blancos.
Los amasa, hasta que estén flexibles y dóciles.
Y los asigna luego a su fuego sagrado, para que puedan convertirse en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios. 


Todo esto hará el amor en ustedes para que puedan conocer los secretos de su corazón y convertirse, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.


 
 
Pero si, en  sus miedos, buscan solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubran su desnudez y se alejen de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reirán, pero no con toda su risa, y llorarán, pero no con todas sus lágrimas.


El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando amen no deben decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios."
Y piensen que no pueden dirigir el curso del amor porque él si los encuentra dignos, dirigirá su curso.


El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si aman y tienen la necesidad tener deseos, que sus deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.




Fuente: extracto y adaptación de "El Profeta" de Khalil Gibran


 

 

 

Oleada Joven