Pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: 'Volveré a mi casa, de donde salí'. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio".
Palabra de Dios.
Padre Gabriel Camusso | Párroco en la iglesia Nuestra Señora de la Merced, Arroyito – Córdoba
Jesús pasa haciendo el bien, curando a los enfermos, liberando a los hombres de esos "demonios" que le oprimen, no le deja ser libre, no lo dejan ser feliz. Y esa expulsión del demonio es para él un signo de la presencia de Dios, de su Reinado: donde Dios comienza a reinar, no hay sitio para los "demonios", desaparece toda opresión. Jesús lo dejó claramente dicho: traer el Reino, que es su misión, para eso se encarnó, (¡su misión!) es traer la liberación del ser humano, y viceversa. Nuestra misión como cristianos -y como simples seres humanos- es ésa pues: pasar, como Jesús, haciendo el bien, curando y sanando, expulsando todo tipo de demonio que oprima a nuestros hermanos. Y eso es hacer presente a Dios, eso es implantar su Reino aquí en el mundo. Si expulsamos los demonios, hacemos realidad el máximo sueño de Jesús: "Venga Tu Reino"… Es la gran misión del ser humano, la misión que Dios nos ha revelado en Jesús, la que con otras palabras Dios ha revelado también a todos los hombres y mujeres que lo escuchan con corazón sincero.
Pero allí ocurrió algo importante: los enemigos "reinterpretaron" esa acción sanadora de Jesús, leyeron, lo que quisieron de lo que veían. Dijeron: "Jesús expulsa los demonios por arte de Belzebú…". De golpe, con esa "reinterpretación", ocultaban esa curación que Jesús hacía reduciéndola a un simple acto de magia diabólica… Estaban adjudicando al diablo la acción misma de Jesús. Lo que para él era un síntoma o señal de la acción de Dios, sus enemigos lo presentan como indicio de la acción del demonio. Nos dicen otros evangelistas que Jesús se irritó y dijo que eso era un "pecado contra el Espíritu Santo"
"Que venga tu Reino", rezamos todos los días; y lo aprendimos de manera especial antes de ayer, con la enseñanza que hacia Jesús de la oración del Padrenuestro, no sería responsable esa petición si no expresara simultáneamente nuestra voluntad de poner de nuestra parte lo que hace falta para que sean expulsados todos esos "demonios" que oprimen.
Si te animas, en este día a pensar, te invito a que te hagas la pregunta ¿Qué demonios, que situaciones donde no está Dios tengo que expulsar de mi vida?, no busquemos grandes cambios, busquemos la conversión, en el buenos días que hoy no di con una sonrisa, el mate que no compartí con quien está solo, el oído que no preste al triste.