Al igual que celebramos anualmente el cumpleaños o el aniversario de boda, así también la Liturgia celebra en el ritmo del año los principales acontecimientos cristianos de la salvación: no obstante, con una diferencia decisiva: todo el tiempo es tiempo de Dios. Los “recuerdos” del mensaje y de la vida de Jesús son al mismo tiempo encuentros con el Dios vivo.
El filósofo danés Sören Kierkegaard dijo en una ocasión: “O somos contemporáneos de Jesús o podemos dejarlo estar”. El acompañamiento creyente del año litúrgico nos convierte verdaderamente en contemporáneos de Jesús. No porque nosotros nos imaginemos estar o podamos vivir exactamente en su tiempo y en su vida, sino porque él, si le hacemos espacio de este modo, entra en mi tiempo y en mi vida, con su presencia que sana y perdona, con la potencia de su Resurrección.
Ediciones Encuentro, Madrid 2011
Parte II: Cómo celebramos los misterios cristianos
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