Evangelio según San Marcos 1,40-45

viernes, 11 de enero de
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"Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes."

 

Palabra de Dios

 

 


 

Monseñor Luis Alberto Fernandez Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Buenos Aires

 

 

Queridos amigos, Dios se hace presente en nuestro historia, en el mundo. Su presencia, es así como hizo el leproso en el evangelio con Jesús que se le acerca y dice "Si quieres puedes curarme". Así tambien hoy nosotors podemos acercarnos a Dios… sin temor, sin desconfianza. Dios no va a quitarnos nada. No vino a pedirnos, sino a ayudarnos, a salvarnos.

 

¡Qué hermosa la actitud del leproso del evangelio de hoy! Cayó de rodillas, fue con humildad reconociendo su creaturidad. No fue con prepotencia, exigencias ni actitudes sobradoras. Y también ejemplar, y nos llena de asombro, la respuesta de Jesús. Un Dios verdadero que es capaz de conmoverse, de darnos la mano y tocar nuestras vidas, nuestras heridas, miserias fragilidades. Un Dios qe no teme ensusiarse para que sus hijos queden limpios. Un Dios verdadero que no mira la historia de sus hijos desde la tribuna, ni de palacios o escritorios, sino que vive con su pueblo sus alegrías y esperanzas, como sus fracasos, fragilidades y hasta la misma muerte. Vino a darnos la vida verdadera.

 

Jesús no vive del raiting ni de títulos o premios, sino que nos enseña que la felicidad está en la alegría serena, en la sobriedad y sencillez de una vida austera que sabe compartir con los hermanos en fraternidad, solidaridad, vida en comunión… vida en familia.

 

El evangelio de hoy dice que "Jesús ya no podía entrar en las grandes ciudades", pero en este repliegue y soledad nos enseñó a no desanimarnos o encerrarnos o deprimirnos en angustia, sino a confiar y a seguir creyendo que aún cuando el mundo te ignore y andes por los desiertos y noches oscuras de esta vida, seguirán acudiendo a Dios la gente como acuden a Jesús, en el evangelio, porque la gente tiene sed de manantiales de vida verdadera y hambre de infinito. Porque se llena el mundo de un vacio ante las ofertas de la nada que ofrecen los poderes del dinero y de la droga, que ante esos vacios buscan manantiales y tienen sed de infinito.

 

 

Por eso el leproso acudió a aquel que es capaz de darle vida, vida plena y verdadera. Así nosotros podamos en cada momento acudir a manantiales verdaderos, y no a vacíos que nos dejan cada día en desiertos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Oleada Joven