“Tú eres mi hijo amado”, estas son las palabras
que más me gusta escuchar de tus labios Señor.
“Tú eres mi hijo”, hace falta fe para pronunciarla
ante mi propia miseria y ante una turba escéptica,
pero yo sé que son verdad,
y son la raíz de mi vida y la esencia de mi ser.
Te llamo “Padre” todos los días porque Tú me has llamado hijo.
Ese es el secreto más entrañable de mi vida,
mi alegría más íntima y mi derecho más firme a ser feliz.
La iniciativa de tu amor, el milagro de la creación,
la intimidad de la familia, el cariñoso acento con que te oigo decir
esas palabras en un tiempo sagrado y delicado…
“Tú eres mi Hijo”, quiero sentirme hijo tuyo hoy,
quiero caer en la cuenta de que me estás dando vida en cada instante,
de que comienzo a vivir de nuevo
cada vez que vuelvo a pensar en Tí,
y en ese momento Tú vuelves a ser mi Padre”.
González Valle