Todos tenemos la experiencia de la siembra. En el primario hicimos esos “experimentos” con frascos, papel secante y porotos; en las rutas también se ven sembrados por todos lados; en tu casa tu mamá o tu papá se encargan del jardín y hasta quizás alguna vez te tocó a vos cortar el pasto. La siembra forma parte de lo de todos los días.
Además, nosotros mismos hemos sido territorio de siembra. Si te parás frente al espejo y te mirás con atención vas a descubrir que tu cuerpo es fruto de la siembra de años de alimentos, agua, sol… que si tus ojos brillan es porque alguien sembró en vos la esperanza, la alegria y la vitalidad… que si estás de pie y caminás, alguien se paró al lado tuyo y pacientemente te enseñó a caminar y después a andar en bici, a usar el colectivo…. que si pensás es porque alguien te enseñó del mundo, contestó tus preguntas y cuestionamientos, te mandó al colegio, hizo las tareas con vos, y te peparó para enfrentar la vida… que si pensás en el mañana es porque alguien sembró en vos la confianza en el futuro, el valor del trabajo, de luchar por los sueños… Y tantas siembras más ¿no?
En este mes de las misiones te proponemos que hagamos una mirada agradecida de todos aquellos que sembraron en nuestro corazón, y desde ese lugar salir a sembrar nosotros también en los demás. El evangelio en San Lucas 10, nos cuenta que “Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él iba a ir. Y les dijo: <La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! yo los envio como a ovejas en medio de lobos> “. Nos sintamos enviados a sembrar de la buena semilla en los lugares donde nos desenvolemos cada día.
¿Te sentís una tierra sembrada por otros? ¿Quiénes sembraron en vos? ¿En donde crees que estás llamado a sembrar?