En la mañana del 11 de febrero, el Papa Benedicto XVI anunció su renuncia al ejercicio del Papado. Tras 8 años como Sumo Pontífice, el Cardenal Joseph Ratzinger comunicó que desde el 28 de febrero de este año la Sede de Roma quedará vacante hasta que un nuevo Cónclave elija a su sucesor.
La noticia, premeditada con mucho tiempo según indican fuentes cercanas al actual Papa, fue recibida con sorpresa en el ámbito de la Iglesia y también fuera de ella. Desde el siglo XV ningún Pontífice había abdicado a su cargo.
A la generosidad en la entrega del Papa Benedicto XVI en éstos años, a su sabiduría y capacidad reflexiva al servicio de la iglesia y del mundo, ahora le suma la grandeza de dar un paso al costado cuando siente que las fuerzas le faltan para estar a la altura de los desafíos del nuevo tiempo. Elevamos una plegaria a Dios, en agradecimiento por la vida del Papa que nos reveló la presencia cercana de Dios a los jóvenes y a los que más sufren, también rezamos para que el Señor nos regale un nuevo Pastor conforme a su corazón.
Compartimos el comunicado del Papa en el que anuncia su dimisión:
"Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importncia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice.
Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013".