Callejón sin salida

domingo, 17 de febrero de
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A veces, la vida es tan dura. Parece que estamos en un callejón sin salida. No se perfora una pared con la cabeza Y la vida es triste, dura, terrible a veces y desesperada.
 
¿Por qué? ¿es así tan terrible vivir en este mundo?
Acaso ¿no lo sabe todo Dios? Acaso ¿ No es El Omnipotente?    ¿Acaso no están en sus manos toda las leyes de la naturaleza e incluso todos los corazones de los hombres?    ¿Puede, quizás, suceder algo en el universo sin que El lo permita?…Y si es El quien lo permite ¿Puede quizás permitir algo en contra de nuestro bien, de un mayor bien, del máximo bien posible?…
 
Aun en el caso en que por un breve instante nosotros recibiéramos una inteligencia infinita y lográramos comprender todas las causas y los efectos, no elegiríamos para nosotros mismos nada distinto de lo que Dios permite, porque, siendo infinitamente sabio, El conoce perfectamente lo que es mejor para nuestra alma. Demás, siendo infinitamente bueno, quiere y permite sólo lo que nos sirve para nuestra máxima felicidad en el paraíso.
 
 
 
 
Entonces ¿Por qué a veces nos hallamos tan abatidos?
Porque no vemos la relación que existe entre nuestra felicidad y aquellas circunstancias que nos afligen; más aún, en razón de las limitaciones de nuestra cabeza- ella entra sólo… en un gorro o sombrero!- no somos capaces de conocer todo.
 
¿Qué debemos hacer, pues? Confiar en Dios. Mediante tal confianza, aunque no comprendamos directamente las cosas, nosotros damos a Dios nada menos que una gran gloria, porque reconocemos su sabiduría, su bondad y su potencia.
Confiemos en Dios, pues, pero confiemos sin límites. Nosotros confiamos que, si nos preocupáramos sólo por cumplir su voluntad, no nos podrá suceder ningún mal verdadero, aunque tuviéramos que vivir en tiempos mil veces más difíciles que los actuales.
 
San Maximiliano Kolbe
 

 

Oleada Joven