Me rodearé de silencio y de soledad y será como en pleno desierto. Te escucharé, Señor, y te veré sentado a la mesa de Zaqueo, el publicano, y abriendo los ojos del ciego; llorando la muerte de Lázaro, tu amigo, y haciendo levantar a quienes ya no podían más; perdonando a los que gritan injurias, dándolo todo; tu cuerpo, tu sangre, tu vida y tu gozo de amar sin guardarte nada para ti.
Tus palabras, las saborearé como el pan fresco de la madrugada. Las guardaré en mi interior, y se filtrarán en mí como una música. Me las ataré a las manos, y en mí, como en la tierra, cavarán surcos.
Con tal de vivir de acuerdo con el corazón de Dios, quemaré lo que es inútil: mis iras y mi severidad, mis tristezas semejantes al agua negra que se desliza bajo el puente, y mi deseo de tener siempre razón.
Lo quemaré al fuego de Dios y tiraré las cenizas, y mi corazón será nuevo como el sol del amanecer surgiendo de la niebla de la noche.
Amén
Charles Singer