Evangelio según San Lucas 4,24-30

lunes, 4 de marzo de
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"Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino."

 

Palabra de Dios

 

 


 

Monseñor Carlos Ñañez. Arzobispo de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

 

El Evangelio que la Iglesia nos propone hoy es la conclusión de la visita de Jesús a la sinagoga de Nazareth. Esa visita había comenzado bien, nos dice el evangelista que todos en la sinagoga estaban atentos a Jesús, y un poquito más adelante nos dice que todos hablaban bien de Él. Paulatinamente, sin embargo, el clima cambia, aparece una cierta reticencia, que poco a poco se convierte en resistencia y termina en abierta oposición, incluso violenta; nos dice el Evangelio que lo empujaron a las afueras de la ciudad a un peñasco y querían despeñarlo. Probablemente el evangelista refiere aquí en una sola escena lo que quizás debió verificarse a lo largo de un cierto tiempo.

 

Y lo que se observa aquí, en esta escena, es una especie de desconversión. La conversión es pasar de la lejanía respecto de Dios a la cercanía con relación a Él, y esto por obra de la gracia y mediante la apertura de la persona a esa gracia y la docilidad para con ella. La desconversión, en cambio, es pasar de una cierta cercanía a una lejanía, por la progresiva cerrazón del corazón a la gracia.

 

La Iglesia, en la Cuaresma, nos invita insistentemente a la conversión. Entonces, es bueno que nosotros recibamos favorablemente esta invitación y no cerremos el corazón, que de veras nos convirtamos y que no se produzca ese fenómeno contrario de la desconversión, no sea que Jesús pase entre nosotros y se aleje.

 

Así termina el Evangelio de hoy, después de esa escena brusca, chocante, donde la gente lo lleva a un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo, Jesús, sin embargo, nos dice el Evangelio, pasando en medio de ellos, continuó su camino, se alejó.

 

Que no se aleje de nuestra vida, al contrario, que nosotros por la conversión, la conversión progresiva propia de este tiempo de Cuaresma nos acerquemos más a Jesús.

 

Y este es el augurio que me hago y nos hacemos todos, aprovechar este tiempo favorable y que sea realmente un acercamiento y la renovación de nuestra amistad con el Señor.

 

Es mi augurio, junto a un saludo cordial, con mi bendición, deseando una Cuaresma rica en gracia y en dones para todos.

 

 


 

Oleada Joven