Día 16: Las dos banderas II

miércoles, 6 de marzo de

Seguimos transitando este camino tan bello pero esforzado que son los ejercicios, por eso es bueno dedicarle tiempo a la oración y ser fieles al tiempo que nos hemos dispuesto rezar. Tiene que habitar en nosotros el deseo grande de conocer a Jesús, de apuntar a lo esencial en nuestra vida. Recuerden detenerse allí donde sienten gusto, y también anoten aquellas cosas que van pasando en la oración, las dificultades y los logros. Tomando el registro varios días notaremos algunas cosas que se repiten ya sea una gracia que el Señor me está dando, o formas de engaño del maligno que desconocía para poder pedir la fuerza de combatirlo.

 

Hoy podemos hacer la oración preparatoria con el Salmo 72




Pero yo por poco doy un mal paso, 
casi resbalaron mis pisadas: 
porque envidiaba a los perversos, 
viendo prosperar a los malvados. 

 

Les propongo hoy continuar en esta meditación que San ignacio lama de Las dos banderas, que el completa con otra que el titula Los 3 binarios. Utilizamos el texto  Lc 9, 23-27. 

 

La Iglesia, nuestra madre, ha repetido frecunentemente esta frase de Jesús, y tal vez hoy más que nunca vale la pena reflexionarla más que nunca… En verdad nos ofrecen el mundo, nos quieren hacer creer que poseyendo la tierra descubriremos las llaves de la vida. La gete lucha, sufre tanto por alcanzar sus metas y se hacen tantas ilusiones… ¿vale la pena todo eso? Es dura la competencia por triunfar, por sobresalir.. y todo eso para qué. ¿De que le sirve al hombre ganar el mundo entero si él mismo se pierde?.

 

Muchas veces lo que solo es un camino se ha ido convirtiendo en un fin, lo que solo es un medio se ha transformado en un ídolo y con este simple cambio se truncan innumerables vidas. El trabajo ha dejado de ser trabajo para convertirse en un dios, lo mismo ha pasado con el sexo, el deporte y otras tantas cosas. La gente “gana el mundo” y termina perdiéndose. Este es uno de los rasgos más crueles de nuestra cultura, que sin darnos cuenta nos va ahogando. Hay padres que dicen trabajar para sus hijos pero no se dan el tiempo para verlos, para estar con ellos, para ayudarlos a crecer… ¿al fin para qué tantas ganancias? Muchas madres se agotan en sus trabajos, pierden sus energías y finalmente se diluye su presencia en sus familias. Por eso aquí viene aquello del Principio y fundamente: “He de elegir de las cosas tanto y cuánto me ayuden para el fin y he de quitarme de aquellas que no me ayudan para el fin, buscando y eligiendo lo que más me conduce para el fin para el cual fui creado que es la felicidad”.

 

El trabajo, los títulos, el bienes son caminos de realización que se nos ofrecen y en sí ellos son bueno, mientras no pierdan su condición de medios, porque cuando pierden esta condición son crueles y esclavizándonos, terminan destruyéndonos. Somos parte de esta cultura adicta al dinero, al trabajo, al deporte, a la ciencia, al dinero, al poder, al sexo, a las drogas y a cualquier escaparate…. y al final que queda de todo eso? Perdemos horizontes, y con ellos se nos escapan la vida.

 

Brochero, en la bandera de Jesús

 

El Padre Brochero vivió profundamente el llamado de Jesús a su bandera en la pobreza y el desprendimiento como generosidad e incondicionalidad de entrega. Vivió plenamente aquello de que el que se abre a sí mismo no debe menos abrirse hacia el interior, es decir hacia Cristo. El que tiene que ir más lejos para socorrer necesidades humanas dialogue más intimamente con Cristo, el que tiene que llegar a ser contemplativo en la acción procure encontrar en la intensificación de esta acción la urgencia para una más profunda contemplación. Si queremos estar abiertos al mundo tenemos que hacerlo como Cristo de tal manera que nuestro testimonio brote como el suto, de su vida y doctrina.

 

La pobreza marcada fuertemente por la entrega generosa que caracterizó al P. Brochero, nos rebela una vez más la belleza del amor sacerdotal. Los testimonios abundan como cuando estaba muy crecido el rio Panaholma y lo llamaron para asistir a un enfermo grave, y desoyendo las voces que le recomendaban no cruzar el río, mandó la mula por delante y prendido fuertemente de su cola exclamó “guay que el demonio me va a robar un alma”.


Cuando Brochero visitó al leproso Funes a quien nadie se animaba a darle una mano o un consuelo; o cuando les escribió a los presos de la Penitenciaría de Córdoba “Ya les hice decir por mensaje y luego les repetí por carta que las damas de Córdoba y el presidente de San Vicente de Paul hicieron por ustedes petición de gracia ante el gobierno y que el carro se encajó hasta las masas, esto es que muchas personas de valer de Córdoba hacían resistencia a la solicitud que se hizo por ustedes. Una docena de presos que pueden ser agraciados en el primero de enero que escandaliza a ciertas personas de Córdoba, pero que no se escandalizan que a más de diez docenas de Córdoba no se les ha concluido el sumario dentro de los tres meses que manda la ley”. Así escribía Brochero, porque para él los presos eran los más pobres, por eso el acompañaba luchando por su dignidad humana.

 

Hoy como nunca vale la pena repetir al hombre y repetirnos a nosotros mismos ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si él mismo se pierde?- La Iglesia nos invita hoy con sencillez a tener el coraje de jugarnos la vida con algo que no nos deje vacíos.

 

 

Resumen Ejercicio



1º Nos ponemos en la presencia del Señor que me mira y me ama. Salmo 72

2º Peticion
3º Texto:
Lc 9, 23-27

4º Coloquio: recorriendo y saboreando el pasaje, hablando con Jesús, pidiéndole que nos de a conocer su amor y los engaños del enemigo.



Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

(San Ignacio de Loyola)

 



P. Julio Merediz sj

Vicepostulador de la causa de beatificación

de Brochero

 

Oleada Joven