Evangelio segun San Lucas 18, 9-14

viernes, 22 de octubre de
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En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. " Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Palabra de Dios


Monseñor Mario Maulión | Obispo de la Arquidiócesis de Paraná


 

El evangelio comenzaba en el episodio que hemos leído con una frase. Jesús ante un grupo de hombres que, dice el evangelio, se consideraban justos y despreciaban a los demás, dicho en otras palabras: se creian buenos y lógicamente se apartaban de los que ellos juzgaban, malos.

 

Ante estos hombres, Jesús reacciona con una parábola, estas comparaciones o estos relatos que hace Jesús, que en el fondo, mas que ejemplos son como cuestionamientos, porque escuchando la parabola uno tiene que llegar a apreguntarse bueno, ¿y cómo yo ante todo esto?, la parábola hablaba de dos hombres, ambos eran creyentes, es decir, estaban en el templo y habían ido al templo a adorar.

 

Uno, dice el evangelio nuevamente es fariseo, perteneciente a una clase o a una categoría de personas sumamente creyentes, de un cumplimiento muy estricto, muy exacto de todas las disposiciones tanto religiosas, como civiles y morales. Y al mismo tiempo, el otro, publicano, considerado oficialmente como pecador, era un recaudador de impuestos, era considerado como que distorcionaban, que humillaban y que al mismo tiempo estaban al servicio de potencias extranjeras.

 

Estos dos hombres creyentes, están orando. El fariseo da gracias a Dios por dos motivos, primero porque no es malo y en segundo lugar porque es bueno, pero además no es malo y es bueno, y lo hace a él distinto de los demás, él no es como los otros, los otros son malos, son ladrones, injustos, adúlteros. Pero él agradece porque no es como ellos y no es como “ese”, y ese lo señalaba a ese samaritano que estaba más atrás orando. Él es de la categoría o de la raza de los que son justos. Toda esta justicia que tiene, aparece como obra propia de él, él no ve, no aparece ver viendo que sea obra de Dios, no se ve que su justicia, su honradez, su yo diría su santidad, no es obra de Dios, es obra suya. Él es el autor de su propia justicia.

 

El otro, el publicano, no se anima a entrar en el templo, se queda solamente antrás, no entra, no levanta los ojos, se gopea el pecho, se reconoce malo y él, en ese momento y en esa actitud, solo confia en Dios y pide Miseriocordia, reconoce que Dios por Misericorida puede curarlo y puede sacarlo de esa sitiacion de pecado.

 

Jesús termina diciendo que solo este hombre, el publicano, volvió justificado, parece que en los pensamientos de Jesús, ese justo que se creía tan bueno y tan honrado y tan santo, no termina justificado, es decir, no termina aprobado por Dios, ¿por qué?. Me parece que podemos ir sacando del texto algunas conclusiones, primero porque se siente superior, él es el bueno y desprecia y excluye a los otros. Él se considera bueno y hace la enumeración de sus virtudes y todos sus razgos positivos. Ahora la pregunta es: ¿En verdad era justo?. ¿Su tan segura pulcritud o limpieza o santidad era real?. Jesús en distintas oportunidades fue muy claro: “Esta gente es buena por fuera”, nos decia Él, “Son como esos sepulcros balnqueados, de afuera son espléndidos y de dentro tienen una suciedad y porquería, pero en su interior es donde está la corrupcion”. Ellos se elevan, es decir, se consideran superiores, son soberbios y desprecian, el desprecio hacia los demás es precisamente falta de amor y la falta de amor viene de la soberbia.

 

Aquél fariseo no es justificado, no es aprobado por Jesús. El publicano que reconoce sus pecados, su maldad no la oculta, no se justifica, no se siente para nada distinto ni sobre todo superior a otros, se considera como es: Pecador, y por eso pide perdón.

 

El perdón que Dios dá, recordemos el caso de la adúltera perdonada por Jesús, trae aparejado un cambio, el perdón significa también un dejar toda la suciedad que uno tiene y poder caminar en el Espíritu como Dios quiere, Jesús le dijo a aquella mujer adúltera, como lo está diciendo implícitamente a este hombre y a todos los que Dios quiere perdonar y quiere perdonar cuando están arrepentidos:  “No lo hagas más”.

 

La humildad es una verdad, es reconocerse como uno es y es reconocer al Señor como el Señor que salva y que levanta, porque lo dijo la misma Santísima Virgen: “Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, derriba y abate a los soberbios”, la Virgen María lo dijo en su canto, alaba al Señor porque miró la humildad de su servidora, la situación humilde y humillada de ella y por eso Dios hizo maravillas. Dios hizo que ella concibiera y ella concibió. Así mismo lo que Dios quería y así lo hizo, asumió lo que Dios quería. Lo tomó como una decisión propia y lo realizó, por eso ella alaba al Señor.

 

Dios perdona, Dios cambia cuando uno está arrepentido y hace obras maravillosas en el hombre.

 

Pero es Dios el que salva, porque todo hombre aún los que se consideran santos y perfectos, son también, somos también pecadores. Nuestra condición de pecadores, la tenemos en nuestro corazón. Ante eso Dios nos busca para el perdón y perdona cuando sinceramente arrepentidos se lo pedimos al Señor. Y luego así hace maravillas.  Así Dios, termina levantando, elevando al que está abajado.

Jesus nos dijo: “Aprendan de mí, que soy humilde”. La Virgen alaba al Señor porque miró la humillación que tenía y la levantó. Sintámonos nosotros invitados a obedecerle al Señor que nos dice que lo imitemos porque es humilde. Que lo hagamos como la Virgen. Que así lo hagamos y estaremos en camino de ser salvados.

 

Oleada Joven