Día 19: El sermón de la montaña II

lunes, 11 de marzo de

Continuamos este apasionante camino que nos va descubriendo la gracia de Dios y que llamamos los Ejercicios Espirituales, siguiendo aquella experiencia de San Ignacio que tanto bien ha hecho a través de los siglos.

 

Para la oración preparatoria de hoy podemos ayudarnos con el Salmo 147:

 


¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,
qué agradable y merecida es su alabanza!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los dispersos de Israel;
sana a los que están afligidos
y les venda las heridas.
Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre:
nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene medida.
El Señor eleva a los oprimidos
y humilla a los malvados hasta el polvo.

 

 


Petición:
“Señor dame gracia para que te conozca internamente, y conociéndote más internamente te pueda amar más, servirte e imitarte. Dame gracia Señor”.

 

En el ejercicios de hoy continuamos con el texto del Sermón de la montaña (Mt 6, 25-34).

 

En este largo sermón Jesús, da el consejo de no angustiarse por el día de mañana, qué comer ni qué vestirse, porque hay algo que es más importante, y es la vida. Este buen consejo se presta a una falsa interpretación que podría ser el vivir como vagabundos, o irresponsablemente esperando que del cielo nos llueva el pan. Pocos pasajes del evangelio parecen contradecir tan abiertamente las aspiraciones del mundo moderno que mediante la planificación se esfuerza por prevenir y organizar el futuro. Hay toda clase de seguros contra accidentes, enfermedades, vejez, muerte… ¿tiene alguna aplicación el consejo de Jesús?.

 

La búsqueda, contante en la vida del seguimiento


Éste pasaje está también en Lc 12  y en ambos se concluye así “Busquen, más bien el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”. Este versículo constituye la clave para entender el pasaje evangélico. Nuestra vida cristiana no tiene que expresarse en una actitud pasiva ni quietista, sino en una búsqueda constante. Somo hombres y mujeres en búsqueda, en búsqueda del reino y su justicia. Buscamos porque nuestra existencia es una marcha que no se detiene, un camino, sólo clausurado por la muerte. Buscamos porque la vida es un asimilar siempre lo nuevo; buscamos porque aún no hemos encontrado lo definitivo. La vida es camino “hacia”…


Sin embargo para los cristianos esa constante búsqueda no debe ser un buscar tenso, desasosegado, angustiante como sintiéndonos asediados por los obstáculos, siempre sorteando una acechanza. San Ignacio enseña un fórmula sabia: hay que obrar, buscar, sabiendo que todo depende solamente de Dios, pero con una responsabilidad y un dinamismo tal, como si todo dependiera solamente de nosotros. Porque Dios no quiere obrar sin nosotros. Acción en la que el hombre se empeña a fondo, pero teniendo total confianza en Dios y su providencia. Todo de Dios y todo del hombre en comunión de fe y esperanza en el Señor.


Por otra parte, buscar es querer. Quien busca, quiere algo. Se quiere lo que aún no se posee, lo que todavía falta. Buscar, querer. Tenemos un vacío que quiere ser llenado. La existencia del caminante, como somos cada uno de nosotros, no está completo ni terminado, sencillamente quiere y desea plenitud.

 

Hablamos de la vida como actitud de búsqueda, pero en la búsqueda lo fundamental es el objeto que buscamos. Preguntémonos, ¿qué buscamos, qué valoramos sobre todo en nuestra vida? ¿Qué es absoluto para nosotros, tan absoluto que todas las demás cosas se relativizan y se subordinan a ello…? ¿Qué norte verdaderamente irrenunciable orienta nuestro vivir que sea como el principio de nuestro existir y como nuestra última instancia para decidir cada día la vida?. El hombre es más que sus necesidades, es más que todas las necesidades exteriores. A los ojos de Dios el hombre vale más que todo el mundo, cuya vida está en sus manos. Si el Padre viste los lirios del campo que ni hila ni tejen, si cuida de los pájaros, de las flores… ¿no va a cuidar del hombre?.

 

Brochero, modelo de caridad Pastoral


Me gustaría recordar algo que nos decían los obispos Latinoamericanos reunidos en Aparecida, en Brasil:
La caridad pastoral debe impulsar y estimular, así al sacerdote a conocer cada vez mejor la situación real de los hombres a la que ha sido enviado; a discernir la voz del Espíritu en las circunstancias históricas en las que se encuentra; a buscar los métodos más adecuados y las formas más útiles para ejercer hoy su ministerio. De este modo, la caridad pastoral animará y sostendrá los esfuerzos humanos del sacerdote para que su actividad pastoral sea actual, creíble y eficaz.

 

A ésto que dijeron hace pocos años los obispos, el Cura Brochero lo había hecho una opción fundamental de lo que podríamos llamar su plan pastoral. Por tal razón eligió los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola como método pastoral para llevar a sus feligreses a Dios confiando en que la gracia divina realizaría el resto, cambiando el corazón de los fieles y haciendo que la vida cristiana se manifestara en la realidad cotidiana de la familia y la sociedad. Son estos mismos ejercicios espirituales que estamos haciendo nosotros. En el corazón del P. Brochero, no se limitó a los que estaban más cercanos, sino que buscó a todos, incluso haciendo caminos donde no había más que senderos, para que nadie se quedara sin recibir esos “baños del alma” como le gustaba denominar a los ejercicios.

 

La pastoral de los ejercicios espirituales implementada por el Cura Brochero, ha tenido como principal catalizador, la casa de ejercicios, verdadera institución de la conversión y del encuentro con Dios. Los ejercicios constituyen un verdadero movimiento en torno a la conversión y del encuentro con Dios. Los Ejercicios, constituyen un verdadero movimiento en torno a la conversión y logran que esta actúe sobre la globalidad de la experiencia humana. Los ejercicios en realidad han sido la herramienta del padre Brochero para esculpir en el alma de las personas, de las comunidades, de la sociedad toda, el Espíritu de Cristo y su consecuencia en todos los órdenes de la vida.

 

Nosotros estamos haciendo esta misma experiencia por eso confiamos en estos “baños del alma” que nos ayuden a un convertirnos más al corazón de Cristo, encontrarnos con Él. Por eso también los EE han buscando, tal vez, sin declararlo demasiado, una verdadera integración de la fe y de la vida. La integración de la fe y de la cultura, la fe con el modo de vivir que tenemos. Los ejercicios sin duda han influenciada en tantísima gente en el mundo, en nuestra patria, pero especialmente pensando en el P. Brochero, han creado en Traslasierras una cultura nueva fundada en el evangelio que todavía hoy tiene sus frutos.

 

Resumen del Ejercicio

 

1º Ponerse en la presencia de Dios. Que te mire. Salmo 147.

2º Pedir gracia de poder conocer su corazón, para podernos parecernos a Él, amarlo y servirlo.
3º Cuerpo:
(Mt 6, 25-34). Nos detenemos donde el Señor nos invita a buscar el reino y su justicia; confiar que lo demás se dará por añadidura.
4º Coloquio

 

P. Julio Merediz

 

Oleada Joven