Día 20: La multiplicación de los panes

martes, 12 de marzo de

Vamos siguiendo algunos pasos de la vida pública de Jesús, porque allí lo vamos conociendo: su relación con la gente, escuchamos sus palabras , nos imaginamos como se iba moviendo… y nos vamos llenando de Él.

 

Hoy hacemos la oración preparatoria con el Salmo 144:

Yo quiero bendecirte cada día
y alabar tu nombre eternamente.
Señor, tu grandeza es inmensa,
eres digno de toda alabanza.

 

 

Pedimos la gracia de conocer al Señor, y luz para ver los engaños que nos va poniendo el demonio. Pedimos ese conocimiento interior de Jesús, porque lo queremos amar más y mostrárselo sirviéndolo. Sirviéndolo poder imitarlo.

 

Les propongo hoy tomar el evangelio de Lc 9, 10-17.

 

 

Los vio y se compadeció


No cabe duda que el evangelio pone de manifiesto que la multitud busca a Jesús como también nosotros lo buscamos. Dicen que al desembarcar vio mucha gente y “sintió compasión de ellos” y curó a sus enfermos. Es esa gente que cuando supo que el Señor iba cruzando el lago, salieron de las ciudades, porque lo buscan para escuchar sus palabras al igual que nosotros que lo buscamos porque hoy escucharlo. Lo buscan para cuidar sus heridas, como también nosotros necesitamos que Él nos sane. Lo buscan para recibir el perdón de sus pecados, como también nosotros necesitamos ser perdondados por Él.

 

Y Jesús, fiel a su misión no posterga el encuentro, los atiende pacientemente, los escucha, los cura y los consuela. Está todo el día con ellos, casi con una actitud de olvida, dejando de lado su propio interés para escuchar la necesidad de aquellos que lo buscan. Lo mismo hace con nosotros, Él está interesado en cada uno de nosotros.

 

El corazón compasivo y el gesto solidario de Jesús nos rebelan el rostro del Dios padre y Pastor, rico en misericordia. Y cuando llega la tarde, nos dice el evangelio, se le acercan los apóstoles y le dicen “Despide a la multitud, Señor, para que vayan a los pueblos y caseríos de alrededores en búsqueda de albergues y alimentos porque estamos en un lugar desértico”. La despreocupación de los discípulos ante la carencia de la multitud, contrasta con la compasión de Jesús. Es verdad que se planteaba una situación de grave necesidad y que no se podía prever una solución que no viniera del poder de Jesús.

 

Da la impresión que los discípulos sólo intentaban distanciarse del problema. Jesús les ordenó entonces algo que para ellos sonaba imposible de realizar: “Denles ustedes mismos de comer”. No aceptó, el Señor, la actitud evasiva de sus discípulos, al contrario exigió que se mostraran compasivos con las necesidades de la gente. Aún cuando esto los colocara en una situación por encima de sus fuerzas humanas.


El Señor ha querido necesitar la cooperación responsable d ellos hombres para realizar su obra. Quedó establecida así una norma de conducta que tiene como modelo al mismo Jesucristo, y que deberá ser la característica que identifique a todos los discípulos. El Señor cumplió lo dicho por el profeta: “Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.
Nosotros discípulos, como ellos, no debemos buscar nuestro propio interés sino el de los demás; debemos sentir como propias las necesidades de los otros. Y esto es conocer el corazón de Jesús y meternos en Él.

 

¿Qué son cinco panes y dos pescados para una multitud?


La reacción de los discípulos es inmediata y tremendamente lógica, además de sincera: “Pero Señor no tenemos nada más que 5 panes y dos pescados”. Y el Señor los desconcierta: Tráiganlos, háganlos sentar en grupos de 50. Eran alrededor de 5mil hombres. Y a continuación el milagro: los panes y peces bendecidos y entregados a los discípulos que se multiplican entre sus manos con abundancia de Dios.

 

Esta queja mediante la desproporción a la misión recibida y mis fuerzas, entre las multitudes hambrientas y mis poquitos panes y peces, recorre toda la historia de la salvación y la nuestra. Es la desmesura del evangelio.

 

Y hoy nosotros somos llamados a vivir esta desmesura: la del amor a los más pequeños, la desmesura de la búsqueda incesante de la oveja perdida, la desmesura de la misericordia del papá del hijo pródigo, del perdonar setenta veces siete y sin condiciones. La desmesura de echar una vez más las redes cuando todo parece inútil…. la desmesura de ofrecer los poquitos panes y peces para lo que Dios quiera. La desmesura de sembrar empecinadamente aunque gran parte caiga al borde del camino, del de acompañar dos kilómetros al que nos pidió que lo hiciéramos por dos cuadras; la desmesura de bajarnos del caballo al tirado a la puerta de la ciudad y llevarlo hasta la posada y preguntar por él a la vuelta cubriendo los gastos nosotros. Es la desmesura de agacharnos y lavar los pies heridos al que Dios puso al lado nuestro, de vivir con una sola túnica y un par de sandalias…. Es la desmesura, en definitiva, de dar la vida por los amigos.

 

 

Brochero, testigo del Amor

 

Esta desmesura no es un invento nuestro ni una utopía irrealizable, sino que tenemos el testimonio de nuestros santos que nos animan. José Gabriel del Rosario Brochero, vivió gozozamente el misterio cristiano. No sólo aceptó la doctrina de Cristo, sino que lo aceptó a Él, lo mismo que queremos lograr nosotros con éstos ejercicios.

 

Vivía según la fe y supo inculcar a su pueblo ese espíritu de fe. Como hombre santo hundió el milagro de su vida en el silencio sobrenatural de la humildad. Su metodología fue comprender el ambiente para dominarlo y transformarlo. Se lanzó en nombre de Dios a lo desconocido, lo dominó en nombre de Dios, y lo transformó para Dios. ¿Quién sino el Cura Brochero pude descubrir que el hombre criollo de la sierra podría vivir el propósito y la aventura de ocho días de ejercicios espirituales?. Pero el Padre Brochero buscó a ese hombre por el camino del corazón que es el de la intimidad y generosidad. Así lo ganó y así se lo entregó a Dios. El Cura Brochero se adaptó a su gente, la comprendió, la amó y terminó por transformarla.

 

http://radiomaria.org.ar/contenido/uploads/sites/6/2019/04/brochero.jpg

 


Hoy también el Señor, con el Cura Brochero, me busca a mí. Y me busca por el camino del corazón, por la intimidad y la generosidad. Por eso pidámosle con mucha confianza al Señor que meditando en éstas desmesuras de la vocación a la que nos llama siendo sus discípulos, encontremos luces, nuevos pasos, impulsos nuevos para seguirlo más de cerca, y así poderlo imitar como el Padre Brochero.

 


Resumen del ejercicio

1º Oración preparatoria. Salmo 144
Pedimos conocimiento de Jesús
3º Cuerpo: Lc 9, 10-17
4º Coloquio

 

Oleada Joven