Evangelio según San Juan 8,1-11

domingo, 17 de marzo de
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"Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

 

Palabra de Dios

 

 


 

Reflexión: Monseñor Carlos Ñañez – Arzobispo de Córdoba

 

 La escena que nos presenta el Evangelio de hoy es una de las más bonitas, y es apropiadísima para este tiempo de Cuaresma que estamos transitando. Este pasaje del Evangelio de San Juan hace acordar mucho al Evangelio de Lucas, que hemos denominado en alguna oportunidad como el Evangelio de la misericordia; pareciera como un pedacito del Evangelio de San Lucas metido en el Evangelio de San Juan.



 La escena, por describirla de algún modo, aparece como tramposa y violenta; violenta porque hay un modo de traer a esta mujer por parte de algunos exaltados que hace ver que se trata de una escena brusca y también violenta por lo que reclaman, en definitiva, quieren que el Señor se pronuncie a favor de la lapidación, de apedrear a esta mujer que ha sido sorprendida en adulterio.



Decimos que es también una escena tramposa porque en realidad esta gente que va ahí quiere enredar a Jesús. Si Jesús dice que sí, que hay que apedrearla, entonces queda de lado todo su mensaje de misericordia; si él dice que no, entonces Jesús está desconociendo la ley de Moisés.



 La respuesta que da el Señor desconcierta a los interlocutores y virtuales acusadores suyos. Jesús no desconoce la ley, pero los interpela duramente: “el que esté sin pecado que tire la primera piedra”. Lo rescatable, si podemos decir así, de la actitud de esta gente es que son sinceros, ninguno tiró la piedra y se fueron. Y hay una notita de ironía en el relato de San Juan, dice que se fueron empezando por los más viejos.



 Entonces quedaron solos, la mujer y Jesús. San Agustín comentando este pasaje dice: “Quedaron solos, la miseria y la misericordia”. La misericordia que es Jesús, perdona, sana, da una nueva oportunidad. No es que el Señor transe con el mal, no tiene una actitud relativista, “todo vale”, ni tampoco permisiva “bueno no importa”; no, su actitud de misericordiosa es comprensiva, pero no deja de plantear un desafío, es necesario cambiar. Él no la condena, pero no aprueba su proceder, le pide, le desafía un cambio, “vete y no peques más”.



 Me parece que aquí está el mensaje de este Evangelio en esta Cuaresma. Tenemos que sentir en nosotros fuerte este desafío, una invitación a cambiar, a cambiar a fondo nuestras actitudes, hacer que estén más en sintonía con el Evangelio. Y una expresión de ese cambio puede ser, deber ser una actitud de humildad que nos impulse a no ser suficientes o arrogantes frente a los demás, sino ser misericordiosos como Jesús y ayudar a cambiar, ayudándonos mutuamente se realizará esta obra maravillosa propia del tiempo de la Cuaresma de la conversión. El cambio de actitud al cual el Señor en su misericordia nos llama a todos.



 Con mi bendición y el augurio de que vivamos a fondo estas etapas ya decisivas de la Cuaresma, mientras nos vamos acercando a la celebración del misterio pascual.

 

 

 

 

 

 

Oleada Joven