JESUCRISTO, GERENTE GENERAL DE LA PROVIDENCIA

viernes, 22 de marzo de
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Ahora hablaré sobre una de las reales vocaciones del Señor, muy del ámbito personal de Jesucristo, puedo entrever esta cuestión acudiendo ni más ni menos que a las Sagradas Escrituras y a los Santos Evangelios pues el Señor tenía como don el de ser un estupendo mánager de la Providencia. En efecto, esto estaba en la sangre misma del Divino Salvador, recordemos nada más ni nada menos al justo José, al sufrido Job, y a los reyes judíos David y Salomón, todos ellos compartían con el Hijo de Dios un don singular de dejar ser a la Providencia, de saber administrar sus caminos misteriosos, tenían un don tan especial, que muchas veces resultó esencial para la supervivencia y más aun la prosperidad del Pueblo Santo, mas siempre con muchas pruebas caídas del cielo porque siempre es el Señor quien quiere estar en el centro de nuestras vidas cuidándola y protegiéndola cual Rey Supremo de nuestro corazón, sí señores, pues este Señor que exclama a nuestros oídos que no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra caída del Padre Celestial, nos propone vivir solo para adorarle y servirle con el alma, la mente y las fuerzas. En la vida de Jesús máxime vemos acompañada a una gran frugalidad y desprendimiento divinos unos auxilios de la Providencia realmente singularísimos. El Señor nace en un establo pero esto no es impedimento para que los reyes magos vayan adorarlo al compás de la estrella de oriente obsequiándole todo tipo de oro, incienso y mirra, y aun Dios mismo le pide a la Sagrada Familia que se marche a un lugar tan lejano y hostil para los judíos como siempre lo había sido Egipto. San José y su esposa la Virgen María eran tan pobres que lo único que pudieron comprar para la presentación en el templo de Nuestro Señor Jesucristo eran un par de pichones de palomas dado que carecían de muchas cosas, mas quién lo diría el Señor no necesitó de tantas lecciones para aprender todo de Dios y su sabiduría divinos ya que incluso enseñó Él mismo en el templo de Jerusalén a los atónitos doctores de la ley a sus doce años. Jesús tenía tan en claro que es a Dios a quien hay que adorar y no a las riquezas mundanas que expulsa a los vendedores del templo, propone como ejemplo de solidaridad a una viuda pobre que apenas pudo dar como limosna las únicas moneditas que tenía para vivir, no deja de pagarle el impuesto al César, dándonos la sabia lección de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, su trabajo era tan humilde que apenas era un carpintero tal como su padre adoptivo san José, sin embargo Dios quiso que tuviera en grado sumo singulares dones que la misma humanidad no había conocido, haciendo tantos milagros, como convertir el agua en vino, multiplicar infinidad de veces panes y pescados, al joven rico propone darlo todo y seguirlo a Él en su prédica, cuyas Bienaventuranzas son bien gráficas, felices los pobres, los hambrientos y sedientos y quienes padecen injusticias, y ayes para los ricos y saciados, mas esto no ha de hacernos creer que Jesús no valorase el singular don que significa que alguien manso y humilde administre con sabiduría y humildad los dones de la Iglesia, como nos recuerdan sus parábolas, en especial la del Buen Pastor, que da su vida por las ovejas, y no solo eso sino que por perseguir a una salida del campo donde estaba con otras 99, deja a todas estas y va en busca de aquella sola, porque Él nos ama honda y particularmente a cada uno de nosotros. A tal punto Jesús valora esta gran sabiduría que dice en la parábola del mayordomo infiel que los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Fijémonos asimismo en cómo alaba el Señor a quien sabe administrar los talentos que nos ha regalado Dios: los llama servidores buenos y fieles. E incluso nos promete que si nos encontrase trabajando siempre en el Reino de Dios Él nos hará administradores de todo lo suyo.

Y es así que yo digo que por mi parte no concibo un buen cristiano que cuando niño no quería dar a todos en el templo el beso de la paz, quien no enloqueció por Cristo hasta darlo todo en función de proyectos e inauditas fundaciones del amor, quien no rezó con ancianos o enfermos terminales completamente desconocidos para él, quien no cumplió el deseo de alguien que no puede caminar de llevarlo de forma completamente gratuita hasta lejos solo para hacerlo entrar en una iglesia que no visitaba hacía años, quien no vació su billetera dando limosnas a los pobres, creo que esto es mucho más propio de un buen cristiano consagrado que tener audiencias con el Papa, o incluso perseguirlo a cuanto país él vaya, y más aun que trabajar a sueldo en un ámbito cómodo, cerrado y con buena calefacción…

 

Elías Brandán