Evangelio según San Juan 20,1-9

martes, 26 de marzo de
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"El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos."


Palabra de Dios

 

 


 

Reflexión: Monseñor Santiago Olivera – Obispo de la Diócesis de Cruz del Eje


En este domingo que celebramos, podemos decir así el domingo por excelencia, porque después cada domingo actualizamos el misterio de la Pascua, leemos en el Evangelio a María Magdalena. Y la vemos que muy temprano va al sepulcro, dice: “cuando todo estaba oscuro” y vio que estaba la piedra sacada.

 

Es lindo tener en cuenta que María Magdalena fue la mujer que vio cuando lo mataban a Jesús, cuando lo sepultaban, y ahora va prontamente, porque realmente lo amaba y descubre que lo habían sacado al Señor del sepulcro. No capta todavía, no entiende dónde lo pusieron, no capta la Resurrección y va rápidamente a contarle a Pedro y al discípulo que Jesús amaba, dice el Evangelio, que sabemos que es San Juan.

 

Los dos van al sepulcro, Pedro ve que están las vendas a un costado, que no está, no sabe tampoco dónde lo ponen; pero dice que el discípulo que el Señor amaba vio y creyó. Él entró, vio y creyó.

 


Que maravilla, y esa será nuestra vida; nosotros vemos desde la fe, nosotros sabemos que no necesitamos otro signo, como le pasó a Tomás, que tenemos el don, la gracia de saber que el signo quizás es esa palabra que nos dice la Escritura y esa confianza que el Señor nos había anunciado que iba a resucitar.

 

Esta ha de ser la alegría más honda para un cristiano, nosotros tenemos que renovar nuestra confianza porque Cristo lo ha dicho, porque la muerte ha sido vencida, porque nos ganó una vida nueva.

 

Entonces en este tiempo pascual, en la misa vamos a decir siempre estos domingos, por eso con esta efusión del gozo pascual el mundo entero está llamado a la alegría, el gozo pascual es muerte y resurrección, el gozo de que la muerte no fue la última palabra; por lo tanto el dolor, la enfermedad, aún la muerte no es la última palabra, si no es la vida para siempre.

 

Por eso tenemos que tener la alegría, y un cristiano debe vivir con rostro alegre. A veces a los de Emaús se les criticó ese semblante triste, nosotros tenemos que tener alegría porque Jesús resucitó, porque somos de verdad hijos de Dios, porque celebramos en comunidad la fe, porque sabemos que María nos ama, que como estuvo al pie de la cruz también está a nuestro lado.


Vamos a pedirle al Señor que este tiempo que estamos celebrando de la Pascua, con la alegría de ser esos discípulos que corriendo van al encuentro con Jesús y no lo encuentran, pero creen sin haber visto. Así nos dijo Jesús: “Felices los que sin ver creen”.

 

Que todo el espíritu de la Pascua sea lo que nos motive a vivir cada año. Que lo que recordamos ayer Sábado santo con la luz, que sepamos que Cristo nos ilumina, toda situación está iluminada por Jesús y no tenemos que caminar con temor, ni paso vacilante.


Feliz Pascua para todos, y que la alegría de este Domingo y de todos los Domingos que actualizamos la Pascua nos acompañe durante todo el año.
Que Dios los bendiga a todos.

 

 

 

 

Oleada Joven