Getsemaní: Dios nos pide cercanía

miércoles, 27 de marzo de
image_pdfimage_print

¿No han podido quedarse conmigo ni una hora?

 

La segunda parte nos pone a Jesús en la oración junto a sus apóstoles en el huerto de Getsemaní. Cuando Jesús vuelve de rezar el “Padre mío, si es posible que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” encuentra durmiendo a sus discípulos y dice a Pedro y dice: ¿es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo ni si quiera una hora?. Esta pregunta manifiesta un misterio asombroso, cambia en profundidad la idea que nos hacemos de Dios y nos hace percibir la debilidad del Señor. La divinidad se esconde.

 

Creo que aquí se expresa la locura de Dios que es más sabia que todas las sabidurías humanas. En ésta hora del amor total “esta es mi hora”, después de haber entregado su cuerpo y su sangre en la cena, Jesús siente la angustia de la decisión última y se dirige al huerto para decirle a su Padre en la intimidad que sólo quiere hacer su voluntad. Pero no quiso estar solo en ese instante. Quiso que lo acompañaran sus más íntimos amigos a quienes había llamado así en la cena. Pero ellos se durmieron. Los había elegido para que estuvieran con él, y cuanto más los necesitó se llenaron sus ojos de sopor y el temor pudo más que la amistad. ¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo ni si quiera una hora?

 

 

 

 

 


En medio del dolor de nuestro mundo esta pregunta vuelve a resonar en nuestro oído. La humanidad de Dios nos pide cercanía, a Él y a los que sufren. Para acompañar no se necesita ser ni sabio, ni muy inteligente, ni muy rico… no hacen falta palabras, allí soban las cosas. Para acompañar hace falta olvidarse de sí mismo para estar cerca con el alma. Es necesario no pensar tanto en las penas propias, ni en los propios defectos o proyectos. Muchas veces le ofrecemos a Dios nuestro trabajo, pero en la hora del huerto no se trata de que trabajemos con Él ni que le ayudemos a continuar su obra. Esto es necesario, pero la tarea más importante de los apóstoles y de los cristianos es más onda y misteriosa.

 

Esta pregunta nos quiebra los esquemas y establece una relación que nunca podríamos soñar: Dios nos pide que a la hora suprema de su dolor y de su entrega estemos cerca, acompañándole al menos una hora. Dios se pone a nuestra altura, o mejor dicho, más bajo que nosotros. Nos queda el consuelo de que nadie es tan pequeño que no pueda acompañar a Dios. Y acompaña mejor el que es más pobre, el que ha sufrido, el que calla y escucha. Mientras haya sufrimiento en el mundo, esta pregunta que hoy nos hacemos seguirá resonando. ¿Desde dónde me pide hoy Jesús que vele con Él?.

 

 

P. Julio Merediz

 

Oleada Joven