Homilía IV Domingo de Pascua: Escuchar, conocer y seguir.

viernes, 19 de abril de
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Este Domingo celebramos en la Iglesia la Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Todos hemos sido llamados, a todos se nos invita a formar parte del proyecto del Reino, no hay “mejores vocaciones”, son distintas, complementarias y se enriquecen mutuamente.

Las palabra del Evangelio nos invitan a prestar atención sobre tres verbos que marcan la relación entre “Jesús, el Buen Pastor” y sus ovejas.

El primero de ellos: escuchar. San Pablo afirma que la fe viene precisamente de escuchar la Palabra. La vocación es expresión de una experiencia personal de fe, en la que hemos escuchado un llamado especial de Dios. Dios nos llama a todos por la fe, somos capaces de escuchar este llamado. Nuestra existencia cobra un nuevo sentido y una nueva orientación a través de la relación personal y viva con Jesús en nuestra vida cotidiana y en una comunidad. Solo la fe nos puede revelar el carácter vocacional de nuestra vida, ella nos invita a jugarnos y acompañar el proyecto de Jesús: el REINO.

El segundo verbo: conocer. No lo asociemos con estudiar doctrina y catequesis. Aunque puede ser necesario, no es lo primero. El conocer bíblico es experiencial, es fruto del amor. Solo el que ama de verdad conoce a la otra persona, es capaz de detenerse en los más mínimos detalles. El amor nos da esa forma de conocimiento que es del corazón y no tanto de la mente. A veces nuestra mente está llena de ideas, toda ellas muy ciertas, pero a la vez, frías y distantes. Ideas que no siempre se transforman en conocimientos y sabiduría. La vocación es propia del que ama. Solo el que se ha dejado cautivar por el Maestro, el que se deja arrebatar el corazón por el Reino es capaz de preguntarse y responder a los deseos de Dios sobre su persona. Toda vocación: matrimonio, vida consagrada, sacerdocio, etc… es fruto de un amor que quiere hacer presente el Amor de Jesús, los ideales de Jesús y su estilo. Sin amor la vocación es puro voluntarismo. Y digámoslo con toda franqueza, el amor te lleva a cometer locuras. ¡A nuestro tiempo le falta un poco de locura! El amor es enemigo de  la mezquindad, la medida, del formalismo.

El tercer verbo: seguir. Toda vocación implica discipulado porque no busca hacer su propia voluntad sino la de Dios. Busca asumir el desafío de “dejarlo todo” en pos del Reino. ¿Es posible hoy con nuestra cultura asumir este desafío? Claro que sí, porque en todo tiempo fue difícil asumirlo. Antes a lo mejor se consideraba que era algo propio de cierta vocación. Hoy, dejarlo todo, significa querer vivir desde otra perspectiva a la que nos proponen. Dejar de lado el consumismo avasallador, la indiferencia ante los demás, la cultura del “sentimiento barato y cómodo”, el materialismo, etc. Seguir es jugarse, es renunciar, es ser capaz de “poner toda la carne en el asador” tras el ideal del Reino: filiación-fraternidad, justicia, dignidad e igualdad. No es pedirle a otros que hagan, es ponernos al servicio de la humanidad en sus distintas expresiones y manifestaciones.

Todo cristiano más que una profesión tiene una vocación, un proyecto de vida en torno al Evangelio. ¿Cuál es el que Dios te propone?  No tengas miedo a abrazarlo con todo tu corazón porque jamás seremos arrebatados de la manos del Buen Pastor!.

 

 

Gabriel Ghione