Evangelio según San Juan 13,31-33a.34-35.

miércoles, 24 de abril de
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"Cuando Judas salió, Jesús dijo: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. Por lo tanto, Dios lo va a introducir en su propia Gloria, y lo glorificará muy pronto. Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir. Les doy un mandamiento nue vo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros.»

 

Palabra de Dios

 


 

Reflexión: Monseñor Damián Bitar | Obispo de la Diócesis de Oberá

 

Comienzan las palabras de despedidas de Jesús, que hemos escuchado en este texto del Evangelio. Sabemos que todas las palabras son importantes, mucho mas éstas, por que son como las palabras de su testamento. De alguna manera Jesús quiere dejar grabado a fuego lo esencial. Lo más importante para que sus discípulos de ayer, nosotros de hoy y los de siempre lo tengamos en cuenta.

Recordemos brevemente que es en este contexto en donde Jesús realiza ese gesto inaudito, solo reservado a los esclavos, de lavar los pies a los discípulos y que hemos revivido el Jueves Santo. Además en este contexto el Señor nos deja su mandamiento, el que nos identifica como discípulos suyos.

 

La verdadera señal o el distintivo de los cristianos “Amansen los unos a los otros, como Yo los he amado”. Nos podemos preguntar ¿Por qué es nuevo este mandamiento?, si ya en el Antiguo Testamento aparecía en el libro del Levítico. Es nuevo por dos motivos, por que solo gracias a Jesús, a su entrega total, podemos saber todo lo que significa amar al hermano, amarlo hasta las últimas consecuencias. Por otro lado también es nuevo por que gracias a la vida interior que el nos comunica, gracias a la donación de su espíritu podemos tener la fuerza para vivirlo con sinceridad y con verdad.

Les propongo una breve oración:
Señor Jesús resucitado, tú que con la victoria sobre la muerte haces nuevas todas las cosas, renueva nuestro corazón joven con la fuerza de tu Espíritu para que podamos amar con la medida de tu corazón. Así ser parte, como decía el Papa Benedicto, de la “revolución de Dios”, “la revolución del amor”. Quiero ser parte de ella, desde las pequeñas cosas o poniendo el amor al odio, la mansedumbre a la violencia, el perdón a la venganza, la paz a la enemistad.

 

 


 

Oleada Joven