Déjate amar

jueves, 2 de mayo de
image_pdfimage_print

 

 

Volvamos a nuestro relato, «Simón, hijo de Juan» (v. 15.16.17). ¿Por qué le llama así y no Pedro? Lo toma desde sus raíces, desde su sistema familiar, con su historia, para integrar toda su persona, para no dejar nada fuera. Jesús, conocedor de las limitaciones y de las posibilidades humanas, tres veces preguntó a su corazón: «¿me amas?», para sanar sus heridas, para poner misericordia y gozo en el espacio donde había crecido la culpabilidad. «¿Me amas?» Emocionarnos de ver a Jesús tan humano.

 

Es extraño que Jesús haga a Pedro compararse, «¿me amas más que estos? »(v.15). Qué sabe Pedro de cómo y cuánto le ama Juan o los otros. La pregunta nos evoca la parábola que Jesús cuenta a Simón, un fariseo que le invitó a comer. Mientras están a la mesa, una mujer, pecadora pública, se presenta inesperadamente con un frasco de perfume y unge a Jesús (Lc 7, 36-50). Simón se queja y Jesús le cuenta una historia: «un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y otro cincuenta. Pero como no tenían con que pagar le perdonó la deuda a los dos. “¿Quién de ellos lo amará más?”. Simón respondió: Supongo que aquel a quien le perdonó más…Jesús le dijo: “así es”…».

 

Y dirá de la mujer que le unge: «Te aseguro que si de tales muestras de amor es que se le ha perdonado mucho, en cambio al que se le perdona poco mostrará poco amor» (Lc 7, 47). En realidad, lo que Jesús le está diciendo a Pedro es déjate amar hasta el fondo, déjate perdonar, porque eso te capacita para amar más.

 

 

Déjate perdonar para que puedas, como el Único Pastor Bueno, amar a los menos amadas, fortalecer a las débiles, curar a las enfermas, vendar a las heridas, recoger las descarriadas; no dejar que se pierdan sin salir a buscarlas, cuidarlas para que no sean presa de las fieras salvajes, que no vaguen sin rumbo y sin sentido (Ez 34, 11-23). Es el 

 

Es el Señor mismo el que sigue el rastro de sus ovejas para liberarlas y le dice a Pedro, y a nosotros: sé para ellas lo que yo he sido para ti. Quiérelas con un amor de madre, que es un amor que va a dolernos. Pedro puede, ahora, amar más porque se le ha perdonado más. Es en su fragilidad, en su debilidad, no en la fuerza de su ego, donde Jesús le confía a los suyos, donde le revela las posibilidades ilimitadas del amor. Ahora, después de pasar por la experiencia de su propia fragilidad y del perdón, Pedro está más preparado que antes para acompañar a sus hermanos.

 

Tú lo sabes todo, Señor, tú sabes que pobre y apasionadamente queremos amarte. ¿A quién vamos a ir? Pedro le responde philia, lo ama con un amor de amigo, Jesús le pregunta por el ágape, el amor que está libre del ego, de toda intención de adueñarse de los demás. 

 

Jesús nos pregunta sobre el amor y nos confía a alguien y nosotros somos a la vez confiados a otros. Tenemos mucho más amor para dar del que imaginamos, existe en cada uno de nosotros en exceso, y este amor quiere ser liberado, salir de nosotros. Pero solamente puede ser liberado volcándose en otro. Aparentemente nadie puede abrirse al amor por sí mismo. Dejemos que otros nos abran a amar y abramos a otros al amor a través nuestro.

 

"Déjate amar", le dice Jesús a Pedro…y nos dice también a cada uno de nosotros. Sea cual sea nuestra situación, lo que hayamos hecho, "déjate amar ahí".

 

Fuente: extractos y adaptación "Ungidos" Autor: Mariola López rscj

 

 

 

Oleada Joven